l tuit de @POTUSI won this election, by a lot! del día 7 es patético; el del día 10, We Will Win!, es indicativo de una grave dolencia psíquica y moral. Sabíamos que lanzaría a su amigo Giuliani a ladrar pero no tiene fondos para pleitos: el 66% de lo poco que queda de los más de 1.000 millones invertidos en la campaña se tienen que destinar a saldar impagos. Además, David Bossie, a cargo del equipo legal de Trump, dio positivo por covid-19 y, aunque ganase todas las alegaciones presentadas, no sería suficiente para hacerse con la victoria. Necesita que los gobernadores republicanos de Pensilvania y Georgia anulen el voto popular, lo cual equivale a un golpe de estado. Y aun así Arizona y Nevada le seguirían dando la victoria a Biden.
Trump más que nadie es quien cree haber perdido porque no ve más allá de sí mismo. Desde el PR entienden que su mayor enemigo en estas elecciones ha sido su propio candidato. Y este efecto Donald, combinado con las consecuencias de la manifiesta inoperancia en la gestión de la crisis sanitaria de su administración, explican por sí solas la victoria azul en la carrera por el control del ejecutivo. Es muy dudoso que Biden se hubiera hecho con la victoria sin la pandemia. Pero hay mucho más en juego que la presidencia, y esto es lo que Trump es incapaz de entender, simplemente porque no le interesa nada más que él mismo.
Aunque el cómputo de votos no ha terminado (en varios estados siguen llegando papeletas enviadas por correo y no hay forma de saber cuántas más se van a registrar) es posible adelantar con cierta seguridad que el Partido Demócrata (PD) va a obtener más de 300 votos electorales pero no los más de 400 necesarios para originar una marea azul. El haber podido derrotar al asno azul en Texas y Florida es una victoria del elefante. Aunque es difícil de predecir, si el PR es capaz de mantener la mayoría en el senado, ésta sería otra notable victoria. Por lo que respecta al colegio de gobernadores, es muy posible que el PR se haga con 27 gobernaciones (incluidas las de Vermont y New Hampshire) frente a las 23 del partido azul. De hecho, con respecto a las elecciones de 2016, el PR ha podido mantener su mayoría en más del 90% de los distritos electorales en lo que había ganado en 2016. En suma, el asno azul no ha podido cocear al elefante decisivamente.
La derrota del PR no radica en la inmediatez de estos resultados electorales que todos menos Trump preveíamos, sino en la carrera histórica que comenzó en 1992 y que se ha acelerado en 2016. Un dato es concluyente: con la excepción de 2004, el PR no ha ganado la mayoría del voto popular en las elecciones presidenciales desde 1992 y no ha obtenido tampoco el mayor número de votos en las elecciones al senado desde 2012. El PR puede mantenerse a flote por unos años más mediante la sórdida práctica de jugar con la demografía de los distritos electorales forzando victorias con la minoría de los votos (gerrymandering) y evitando el acceso al voto de las minorías mediante la limitación y control del registro electoral de algunos ciudadanos (disenfranchisement). De hecho, mientras escribo esto oigo a Lindsey Graham decir que los republicanos nunca ganarán otra elección presidencial “si no hacen algo sobre el voto por correo”. En el diccionario de Graham “hacer algo” significa “burlar el sistema democrático”. Pero estas prácticas son insostenibles a largo plazo, a pesar de haber impuesto una mayoría conservadora en el tribunal supremo.
El PR sólo recuperará terreno en la arena social si rectifica su política en materia de salud, educación, emigración, medio ambiente y control de armas. Y tendrá que mostrar una postura contundente frente a la brutalidad policial y las ideologías supremacistas. La arena política está girando hacia el progresismo y algunas actitudes consideradas “genuinamente conservadoras” van a tener que cambiar para mantener el elefante a flote. Está pasando en otros países anglosajones. En el ámbito de la salud pública, los partidos liberal y conservador en Canadá, y los partidos conservadores en el Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda, abogan por la financiación pública de la compra de fármacos y por el mantenimiento de la política de seguridad social pública y universal; en lo que respecta a las políticas medioambientales, todos estos partidos han apoyado, con algunas diferencias, la presencia de sus países en el acuerdo de París de 2015; por lo que respecta al control de armas, todos estos partidos tienen en sus agendas un mayor control sobre la compra de armas de fuego.
Estados Unidos es uno de los países más conservadores de Occidente. Pero, tal como señaló Sanders aquí, en el campus de la Universidad de Nevada, en septiembre de 2019, muchas de las ideas y políticas que apenas cuatro años eran consideradas “radicales”, hoy son “cuestiones de consenso”. Y continuó, “quiero mostraros el progreso que hemos hecho. Hace cuatro años [2016], cuando vine aquí, a este mismo campus de Reno, y os dije que queríamos aumentar el salario mínimo a 15 dólares la hora, todos me decían que era demasiado radical, una idea extremista; pero os quiero decir esta noche que durante los últimos años siete estados y la Cámara de Representantes del país han aprobado leyes para aumentar ese salario mínimo a 15 dólares la hora. Esto es, una idea que parecía radical hace cuatro años, no es tan radical hoy”. El ascenso del voto azul en California, Arizona, New Mexico, Georgia, Pensilvania y North Carolina pero también en Texas y Alabama, es un indicativo de que la sociedad está cambiando, especialmente en el sur, especialmente debido al voto de la mujer, al voto negro y al voto hispano, debido también a una progresiva urbanización del voto y de la sociedad. El PR tendrá que incorporar este cambio a su programa y a sus políticas o sufrirá las consecuencias. Sin Texas, Georgia, North Carolina y Pensilvania, el PR no alcanzaría la presidencia nunca.
En el 80% de los casos el presidente en ejercicio no sólo gana la reelección, sino que aumenta sustancialmente su margen de voto popular. Pero Trump ha perdido contra pronóstico; ha perdido tan estrepitosamente que la inmensa mayoría de los centenares de sondeos apostaban por Biden, incluyendo los de Fox Channel. A Donald le gustaba batir récords: ningún candidato ha tenido tan bajos índices de aceptación en la historia del país. Trump es el gran perdedor y ha perjudicado al PR por haber convertido estas elecciones en un referéndum sobre su persona. Pero quedan dos enigmas por responder: qué parte de la agenda de Trump va a quedar como un poso en el programa republicano y hasta dónde va a seguir ejerciendo influencia. Trump es sólo y exclusivamente trumpista, por lo que desde hace meses planea formar un comité de acción política (PAC) de liderazgo para seguir siendo el elefante alfa. Pero nadie en su sano juicio pone en duda el primer axioma de la política norteamericana de 2020: a más Trump, menos PR.
Si por el contrario el PR reacciona y sabe sobreponerse al duo Donald & Mitch, es lo suficientemente fuerte como para encarar efectivamente a la administración Biden. Simplemente requiere un mínimo de empatía (dinamismo político y adaptabilidad social) porque el primer paso para llegar a algún sitio es decidir no quedarse quieto.