a lucha electoral en los ocho estados batalla ha sido feroz y no se va a resolver hasta el último momento. En cualquier caso, desde los primeros treinta minutos se ha visto que el resultado de las elecciones no iba a resultar en una marea azul. Ese ha sido, sin duda, el primer y gran perdedor de esta primera jornada de cómputo electoral. La costa oeste y la costa noreste no han sorprendido. El voto azul en Arizona y Nevada es muy probable ya que los distritos electorales que quedan por contar son predominantemente demócratas, Maricopa county en Arizona y los condados de Clark y Washoe (mi distrito) en Nevada.
En referencia a los ocho estados batalla de estas elecciones, Trump necesitaba ganar en los ocho. Tan sólo contaba con cierta ventaja inicial en dos de ellos y, sin embargo, ha ganado en cuatro de ellos. Es mucho más de lo que cabía esperar. Cuatro de estos estados estaban en el Sur y por el momento prevalece en ellos el voto rojo. Florida, donde las encuestas otorgaban a Biden una ventaja de 3 puntos, se saldó muy pronto, hacia las 8 de la noche del martes, con una ajustada victoria roja de 3,4 puntos. El voto cubano, venezolano y nicaragüense, además del voto rural blanco, ha sido determinante. En Texas, búnker republicano desde 1979, la noche comenzó con ventaja de Biden que se mantuvo tiempo, pero Trump ha logrado aventajar a su rival por 6 puntos. Es muy poco probable que el voto por correo pueda alterar los resultados. No obstante, el voto azul ha subido notablemente en las zonas urbanas de Dallas, Houston, Austin y El Paso. El color de Texas está cambiando.
Georgia, donde Biden gozaba de una ventaja de 1,6 puntos, ha resultado ser un espacio mucho más competitivo que Florida pero Trump cuenta con una ventaja de 2 puntos sobre Biden. En Carolina del Norte el voto azul predominó durante las cinco primeras horas de la noche pero Trump se puede hacerse con los 15 votos electorales por una ventaja mínima de 1,4 puntos. No obstante, el cómputo del voto por correo aún podría alterar significativamente los resultados en Georgia y North Carolina, porque es presumible que sea mayoritariamente azul. En cualquier caso, en este último estado, algunos de los votos por correo no serán computados hasta el 12 de noviembre, lo cual va a prolongar significativamente el período de incertidumbre. El problema es que no sabemos cuántos votos exactamente quedan por contar, ni cuántos de estos votos van a ser anulados por diversas cuestiones técnicas, de forma que es prácticamente imposible adelantar resultados. En Georgia, Biden necesita unos 85.000 votos y en Carolina del Norte, 67.000. La victoria, azul o roja, va a ser muy ajustada, pero ha sido el voto azul el que más ha crecido.
Tal como están las cosas, después de esta noche electoral, la victoria está en manos “del mejor de tres”: El candidato que gane dos de los estados de Pensilvania, Wisconsin y Michigan se hará con la victoria. Una de las sorpresas -o de los sustos- de la jornada ha sido la fuerza del elefante en Michigan y Wisconsin, donde Biden partía con una ventaja de 7,9 y 8,4 puntos respectivamente. Es previsible que Biden gane en ambos estados pero sólo tras quince larguísimas horas de recuento y por un estrechísimo margen. Si el Partido Demócrata mantiene estos resultados, se alzará con una victoria mínima (mapa 2 de los cuatro escenarios posibles que adelantábamos en el artículo del martes: la conjetura), ya que Biden ha logrado su objetivo: ganar al menos en uno de los ocho estados batalla, Arizona.
Como en 2016, con sus 20 votos electorales, Pensilvania es una de las claves fundamentales. Con algo más del 80% del recuento, Trump goza de una ventaja de ocho puntos. Pero en la zona metropolitana de Pittsburgh y en los cuatro condados en torno a la ciudad de Philadelphia no se ha contado sino algo más del 70% de los votos, lo que coloca al asno en muy buena posición de propinar una dura coz. Además, hay aproximadamente dos millones de votos por correo sin contar y se supone que aproximadamente un 70% de los mismos son demócratas. El resultado depende de la ventaja de Biden en Philadelphia, en los suburbios de los condados de Delaware, Chester y Montgomery y, en los votos por correo. Las expectativas son azules por lo que los republicanos disputan la validez de todos y cada uno de los votos por correo, lo cual demorará considerablemente el cómputo.
En el senado, el elefante rojo se adelanta por un escaño, 47 a 46. Quedan siete escaños por asignar y el Partido Republicano podría hacerse con cuatro de los mismos y, por tanto, revalidar la mayoría en la cámara por un voto, 51 vs. 49. Por lo que respecta a la cámara de representantes, el Partido Demócrata se ha hecho hasta el momento con el 51,5% de los votos. Aún queda el 17% de los escaños por decidir pero en la mayoría de los casos se trata de zonas predominantemente demócratas, lo cual permite augurar el control azul de hasta un 55% de la Cámara.
Como en 2016, Biden, con más de 70 millones de votos, ha obtenido casi tres millones papeletas más que su rival. Esto supone que, a esta hora, Biden se ha hecho con 238 votos electorales y Trump con 213. La mañana se le está agriando al elefante rojo que, previendo una derrota, anunció sin acabal las votaciones en muchos estados y desde la Casa Blanca que “habíamos ganado. No tiene sentido que se sigan contando votos por correo cuando ya se han cerrado las urnas”. Y amenazó con recurrir ante la Corte Suprema -que pretende utilizar como un sabueso- para detener el cómputo antes de que se cuenten todos los votos válidos. A pesar de venir de Trump, no deja de sorprender y de resultar preocupante. ¿La última mentira de Trump?
La duda no es si han sido los candidatos los que han hecho historia sino si nos hallamos ante un momento histórico. Se está produciendo un cambio de color en algunos de los estados del Sur en los que han intervenido decididamente cuatro factores, el voto femenino, el voto negro, el voto hispano y el voto urbano. Estos factores han penetrado con fuerza en la arena política pero el peso del voto rural blanco sigue siendo aplastante en el Medio Oeste y predominante en el Profundo Sur, donde su voluntad se ha impuesto por muy estrechos márgenes. Nadie ha ganado aún en Georgia y Carolina del Norte pero unos pocos votos le puede dar aún la victoria a Trump, que es el tercero de los cuatro escenarios posibles que adelantábamos en el artículo del martes: la pesadilla. Para ello el elefante rojo se tiene que hacer con la victoria en al menos tres de los estados batalla y apear del burro azul a Michigan o Wisconsin, algo que, aunque improbable, sigue siendo posible.