los saharauis recuerdan con especial desagrado la visión del primer muro en el desierto. Creando un personaje ficticio para mi anterior novela, La primera víctima, un marroquí que también está presente en la segunda, El largo invierno saharaui, comencé a documentarme a través de mapas de internet sobre Marruecos buscando información acerca de lugares interesantes, ciudades, playas, oasis... y llegué hasta el Sur de Marruecos, y luego me adentré un poco en el Norte del Sáhara Occidental, la antigua colonia española. Y allí, entre las arenas, me encontré con un muro, un largo muro que parecía no tener fin. ¿Cómo va a haber un muro en el desierto del Sáhara?, me preguntaba. No podía ser. Además, nunca había oído hablar de él. Sería algún resto antiguo... pero no.
El ocupante de los territorios tras la firma de los Acuerdos Tripartitos entre las potencia colonizadoras, España, Marruecos y Mauritania, comenzó arrasando con la población saharaui con intensos bombardeos de napalm y fósforo blanco, como en las masacres de Smara y Um Draiga en 1976, haciendo que miles de saharauis huyeran hacia el Este, hacia Argelia, refugiándose en unos campamentos que levantaron en la zona de Tinduf. La respuesta del Frente Polisario fue llevar la guerra a Marruecos y a territorio mauritano atacando la capital, Nuakchot. Prosiguieron los ataques contra Mauritania, logrando el 5 de agosto de 1979 que Mauritania cediese su parte del Sáhara Occidental al Frente Polisario, pero esto no fue reconocido por Marruecos, que se anexionó esa zona el 11 de agosto. A raíz de dicha anexión, la ONU aprobó una resolución en la que se reconocía al Frente Polisario como el legítimo representante del pueblo saharaui, mientras que consideraba a Marruecos una potencia ocupante.
1980: el muro de la vergüenza En 1980, Hassan II inició la construcción del llamado Muro del Sáhara Occidental, también llamado Muro de la vergüenza, una construcción hecha con arena y piedras, Al Yidar, lo llaman los saharauis, con una extensión superior a los 2.720 kilómetros y una media de tres metros de altura. Una berma. Es una construcción militar con vallas, torres de vigilancia, búnqueres, piezas de artillería, más de cien mil soldados... y millones de minas antipersona. De hecho, es el campo minado más largo y vulnerable del mundo; más de siete millones de minas. El muro construido en el desierto divide el Sáhara Occidental en dos partes asimétricas; dos tercios, los ricos, donde están las minas de fosfatos de Bucraa, bolsas de petróleo, las pesquerías y el banco de pesca, uno de los más importantes del mundo, controlados por el gobierno marroquí; y los llamados Territorios Liberados, un tercio, donde no hay nada de riqueza, salvo arena y piedras, que controla el Frente Polisario.
Unamuno decía que “a veces, el silencio es la peor mentira”. ¿Por qué no se habla de ese muro? ¿Por qué se silencia todo lo que ocurre en el Sáhara Occidental?
seis muros militares En aquel año, como respuesta a las victorias del Polisario en el campo de batalla, con Mauritania ya retirada del territorio y Marruecos arrinconado en el norte, Rabat diseñó una nueva estrategia para ampliar su poder en la región: la construcción de seis muros militares con los que progresivamente fue ampliando su control sobre porciones mayores del desierto. En la actualidad son ocho los muros. Con ayuda de ingenieros israelíes y financiación saudí, el ejercito marroquí comenzó a construir un muro inspirado en la Línea Bar Lev, construida por Israel a lo largo del Canal de Suez.
La guerra entre Marruecos y RASD proseguía mientras tanto, pero el agotamiento militar llevó a ambas partes a iniciar las negociaciones y el 30 de agosto de 1988 aceptaron por separado la propuesta de la OUA y la ONU para el cese del fuego y celebración de un referéndum con dos propuestas: o independencia o integración en Marruecos.
Del resultado de las negociaciones resultó el Plan de Arreglo que se materializó en las resoluciones 658 (1990) y 690 (1991), por las que establecía el poner fin al conflicto con un cese del fuego -que se estableció posteriormente para el 6 de septiembre de 1991-, la realización de un referéndum de autodeterminación para elegir “entre la independencia y la integración con Marruecos” tomando como base el censo realizado por España en 1974, y la creación de la Misión para la Organización de un Referéndum en el Sahara Occidental (Minurso) con el cometido de actualizar el censo de votantes, vigilar la reducción de las tropas marroquíes del territorio y llevar a cabo la realización del referéndum para enero de 1992.
Pero el muro siguió creciendo sin que ningún avance se produjera.
solo tras la muralla china Conforme han ido pasando los años, la comunidad internacional se ha ido olvidando de este conflicto y Marruecos ha variado su posición: “Libre autodeterminación, sí, pero sin referéndum”; es decir, está dispuesto a negociar la autonomía de la región del Sáhara Occidental, no su independencia.
El principio de libre determinación, según los marroquíes, no presupone la creación de un estado independiente. La postura del Gobierno marroquí es que esta obra militar no es “un muro de separación porque hay un punto de paso operacional abierto a las poblaciones. El muro defensivo de arena ha sido construido para garantizar el derecho de Marruecos a la preservación de su seguridad y para luchar contra el uso del Sáhara como paso de las redes terroristas, el tráfico de seres humanos y de la droga”.
Desde el Frente Polisario, sin embargo, se afirma que no existe ningún paso que permita a la población saharaui acceder al Sáhara Occidental a través del muro, y que esta obra es “la mayor barrera creada por el hombre después de la muralla china” .
miles de saharauis separados 2018. Horst Kohler, enviado Especial del Secretario General de la Organización de Naciones Unidas para la situación del Sáhara Occidental, ha conseguido organizar dos encuentros entre representantes de Marruecos y el Frente Polisario después de varios años de silencio.
En noviembre y diciembre de 2018 fue la primera; el 21 y 22 de marzo pasado se realizó la segunda Mesa. El objetivo de esta segunda reunión, donde Argelia y Mauritania tuvieron el rol de observadores, fue comprometer a las dos partes para que se empezasen negociaciones concretas. Sin embargo, el señor Kohler, debido a la férrea oposición de Francia a solucionar este conflicto -y a su estado de salud-, dimitió su cargo a mediados de mayo de 2019.
A pesar de las conversaciones entre las partes en Ginebra, la realidad es que miles de saharauis están separados de su propia tierra por la presión militar en los territorios ocupados y la construcción del muro. Miles de familias no se pueden reencontrar desde que se separaron en 1976.
Y no hay visos de solución a corto plazo; muchos jóvenes saharauis de los campos de Tinduf exigen cambios, incluso la vuelta a las armas. Toda esta información hizo que surgiera en mí la necesidad de contar esta realidad silenciada, ocultada, sobre un pueblo abandonado, el saharaui, y me preguntara por qué, después 43 años, se sigue permitiendo esta situación que afecta a miles y miles de personas. Lo conté en una novela, El largo invierno saharaui.