Hoy les voy a hablar de una novela. Tiene sentido que lo hagamos en esta sección Mundo dado que trata de uno de los asuntos internacionales más apremiantes de nuestro tiempo: los movimientos migratorios de África hacia Europa.

En esta ocasión son personas de Ghana, Burkina-Faso, Níger, Senegal o Libia que, a través de Italia, llegan a Berlín. Tiene además sentido hacerles a ustedes hoy, terminando el mes de julio, una recomendación literaria, puesto que muchos preparan ya sus maletas para las vacaciones y seguro que un buen libro puede hacerse hueco entre bañadores, chanclas y la crema protectora.

Se titula Yo voy, tú vas, él va. Su autora, la alemana Jenny Erpenbeck, escribe sobre un Catedrático de literatura clásica de la Universidad Humboldt que se acaba de jubilar. Su curiosidad intelectual, sus hábitos investigadores,su nueva situación que le permite disponer de un tiempo que antes no tenía para ver cosas que antes no veía, sus convicciones humanísticas y su trayectoria social, e incluso sus propias necesidades afectivas, se unen a lascircunstancias de la Alemania de Merkel o la Italia de Salvini para llevarle poco a poco a una relación intensa de mutuo aprendizaje, apoyo y hasta amistad con algunos demandantes de asilo y refugio.

Vamos conociendo la historia del Catedrático que va conociendo historias diversas, a cual más cruel, que impactan en la ordenada paz de su vida y resquebrajan algunas de sus convicciones más íntimas.

El abismo cultural entre uno y otros se mezcla dando lugar en el protagonista -y seguramente en nosotros- a nuevas reflexiones que la autora presenta con sensibilidad, sencillez y sorprendente profundidad intelectual y filosófica.

No es fácil describir cómo una cabeza tan estructurada en la tradición germana de los estudios clásicos puede dejarse fecundar por nuevas perspectivas que recreen y enriquezcan sus vastos conocimientos, pero Erpenbeck lo hace con total ausencia de afectación.

“Muchas de las cosas que lee ese día de noviembre, unas semanas después de su jubilación, las ha sabido prácticamente toda su vida pero hoy, gracias a su mirada nueva, todo se combina de otra manera y cobra un nuevo sentido. ¿Cuántas veces tiene uno que volver a aprender lo que ya sabe, a descubrirlo, como despojándolo de muchas vestimentas, hasta comprenderlo en toda su plenitud? ¿Basta toda una vida para conseguirlo, al suya o la de quien sea?”, se pregunta la autora metiéndose en la mente del profesor que conoce historias personales que se entrelazan con la Historia que él ha estudiado, con geografías y culturas que chocan con ecos de lecturas y estudios, que descubre el laberinto jurídico de la inmigración, con sus absurdos administrativos, y las contradicciones de la complejidad o la psicología a veces noble a veces destructiva y autodestructiva del dolor, la necesidad, la desesperanza y la desesperación.

No soy yo muy amigo de la literatura con mensaje, la que tiene la pretensión de explicarnos el mundo, esa literatura que antes llamábamos comprometida. Pero este caso es diferente.

Aunque yo a veces encuentre excesivos algunos de sus planteamientos centrados en la culpa europea, debo rendirme ante esta gran obra y reconocer que aquí el oficio, el estilo y la profundidad de la autora, su humanidad, se imponen sobre cualquier otra consideración menor y petulante que queramos hacer sobre géneros literarios. ¿Seguro que no le queda a usted un hueco en la maleta? ¡Felices vacaciones!