Semiónovka - Cinco años después del estallido de la sublevación prorrusa la paz está lejos de llegar al Donbás ucraniano, donde las heridas de la guerra aún supuran y parte de la población sigue guardando rencor a Kiev. “La guerra para nosotros no son palabras bonitas, no es un mito, sino que está muy cerca. Los habitantes de Slaviansk siguen muriendo cumpliendo con su deber”, declaró Vadim Liaj, el alcalde de Slaviansk, estratégica ciudad situada en la provincia de Donetsk. En Slaviansk, cuna de la rebelión separatista prorrusa que está ahora en poder del Ejército ucraniano, no se oyen disparos, pero la tensión se palpa en sus polvorientas calles y es que las malas noticias del frente son casi diarias.
Ayer, un empleado de los servicios de emergencia murió al estallar una mina cerca de la línea de separación de fuerzas, que se encuentra a unos 100 kilómetros de la ciudad, según explicó el alcalde. Además, las huellas de la guerra aún son muy visibles en la retaguardia. En la cercana localidad de Semiónovka, escenario de una de las primeras batallas entre tropas ucranianas y milicianos prorrusos, la posguerra apenas ha echado a andar.
Más que un pueblo, parece un cementerio. No hay nadie en las calles. Sólo se oye a un perro ladrar en la lejanía. Casi todos los edificios fueron destruidos, lo que incluye un hospital del que apenas ha quedado rastro. “Un amigo mío murió aquí. Y no era un miliciano. Iba por la calle y una bomba lo mató”, comentó Alexandr, taxista de profesión.
Todo son paredes agujereadas por balas de ametralladora de grueso calibre, tejados hundidos, ventanas sin marcos y montañas de escombros. A la entrada del pueblo hay un memorial, pero no está dedicado a los civiles muertos, sino a los soldados del Ejército ucraniano que cayeron en Semiónovka. La familia de Aliona es una de las pocas que se animó a reconstruir su casa, aunque la joven reconoce que el único motivo por el que no ha emigrado a Rusia es porque no tiene pasaporte.
“Las bombas lo destruyeron todo. Las autoridades sólo han reconstruido un hospital para niños con deficiencias”, asegura resignada. Es lo mismo que comenta Misha, un veinteañero que antes trabajaba en los ferrocarriles. Asegura que la mitad de sus compañeros de clase han emigrado al vecino del norte. “Aquí no hay futuro”, afirma. El alcalde de Slaviansk, en el cargo desde hace tres años, reconoce que él mismo es “impopular” y que el Gobierno no cuenta con “gran apoyo” entre la población.