Escapar de Arabia Saudí es el sueño de muchas mujeres que ven en el exilio el único modo para librarse del régimen de la tutela del varón que las “esclaviza” y que ansían emular a la joven Rahaf Mohammed Al Qunun, cuyo caso ha dado la vuelta al mundo al haber logrado huir hasta Tailandia.
Una de las amigas de Rahaf, identificada como Nura, explica a Efe por Internet que “muchas mujeres quieren emigrar” de Arabia Saudí, tal y como logró ella hace unos meses. Las chicas “se escapan de sus familias porque están sometidas a una persecución y a las leyes” que lo permiten, dice Nura desde un país que no quiere mencionar.
El caso de la saudí Rahaf, de 18 años, se ha dado a conocer cuando solicitó ayuda en las redes sociales para evitar ser deportada a Kuwait, donde la esperaba su familia, que la ha amenazado de muerte después de que la joven huyera tras apostatar del islam y rechazar un matrimonio concertado.
Fue retenida por las autoridades tailandesas durante una escala en Bangkok cuando tenía previsto viajar a Australia, país en el que quería pedir asilo político. Finalmente, quedó bajo la protección de ACNUR y pudo abandonar el aeropuerto de Bangkok, donde se atrincheró en la habitación de un hotel en la zona de tránsito.
El ejemplo de Rahaf y Nura lo quieren seguir otras mujeres saudíes que quieren librarse de la ley de tutela del varón, que dicta que toda mujer debe tener un hombre guardián, normalmente un padre o marido, aunque en algunos casos un hermano o incluso un hijo.
El guardián tiene el poder de tomar una serie de decisiones cruciales en nombre de la mujer, como darle permiso para casarse, o tan triviales como autorizarle a viajar al extranjero. Esto significa que la vida de una mujer en Arabia Saudí está controlada por un hombre desde que nace hasta que muere.
La joven Ranvania, como quiere que se la identifique, asegura que “la idea de pedir asilo es un sueño” que siempre ha tenido, para librarse, por ejemplo, del niqab, la prenda negra que solo deja la mirada al descubierto y que su familia le obliga a llevar, pero tiene miedo de seguir los pasos de Rahaf. “Lo que me lo impide es que tengo tres hermanas. Tengo miedo de dejarlas atrás y salir. Si se escapan conmigo es un riesgo y si me escapo sin ellas no voy a vivir la libertad porque ellas seguirán siendo esclavas. Sé muy bien que si pido asilo, ellas pagarán el precio”, afirma en una conversación telefónica.
Ranvania lo tiene claro: sus hermanas serían perseguidas “hasta la muerte”. “Opto por morir esclava con ellas”, asevera.
Para otra mujer saudí identificada como Nura, de 21 años y residente en Riad, el caso de Rahaf es como “el de muchas” en Arabia Saudí, cuyo “sueño es el de ser libres”, subraya. “Desafortunadamente, somos esclavas” de los hombres, dice, a la vez que pide “la abolición” del sistema de tutelaje.
Dicha demanda se exige desde hace años en el reino ultraconservador y se repite en las redes sociales bajo la etiqueta StopEnslavingSaudiWomen (Dejad de esclavizar a las mujeres saudíes).
Casos documentados Human Rights Watch (HRW) ha documentado durante años otros casos de mujeres que han intentado huir de sus familias y que, en algunos casos, han sido forzadas a regresar a Arabia Saudí. “Las mujeres saudíes que huyen de sus familias pueden sufrir violencia severa de sus familiares, privación de libertad y otros tipos de daños serios si son devueltas sin su consentimiento”, indicó en un comunicado Michael Page, subdirector de HRW para Oriente Medio.
Así le ocurrió en abril de 2017 a Dina Ali Lasloom, que fue obligada a volver cuando estaba en tránsito en Filipinas rumbo a Australia. Lasloom “fue sacada de manera forzosa del avión, retenida y luego forzada a regresar a Arabia Saudí” después de que “dos de sus tíos llegaran a Filipinas para llevársela”, indica Rothna Begum, investigadora sobre los derechos de las mujeres en Oriente Medio y Norte de África para HRW.
Begum asevera que hay “pocos” casos de mujeres que han podido “escapar” de Arabia Saudí y que la cifra no se puede determinar ya que muchas de ellas no lo publican. Las que intentan escapar viajan a un segundo país con su tutor, pues necesitan un permiso del varón para viajar al exterior, y otras usan diferentes medios como “viajar al exterior para estudiar” y una vez allí piden el asilo.
Sobre el futuro de Rahaf si regresa a su país, Ali Adubisi, director de la Organización Europea-Saudí para los Derechos Humanos, arguye que podría ser acusada de “difundir rumores contra la reputación del país” o “desobediencia a los padres”, entre otros cargos. Aunque Ranvani y Nura no dudan en que si Rahaf vuelve a Arabia Saudí su familia podría “encerrarla” o peor, “matarla”.