Los equilibrios del presidente de EEUU, Donald Trump, entre sus ataques a la investigación de la trama rusa sin obstruir a la Justicia y su frágil apoyo en el Legislativo, pueden darle un balón de oxígeno al fiscal general, Jeff Sessions, tras el aumento de la tensión entre ambos la semana pasada. La situación entre Trump y Sessions lleva siendo tensa, con altibajos, desde hace más de un año y lo ha sido como consecuencia de la decisión del fiscal general de apartarse de la investigación de la trama rusa por sus contactos con Moscú. Este paso precedió al nombramiento del fiscal especial Robert Mueller para que investigara de forma independiente la supuesta coordinación entre la campaña del magnate y el Kremlin en los comicios de 2016.

“Jeff Sessions se apartó, algo que no debería haber hecho o que me debería haber dicho. Aceptó el trabajo y luego dijo: Voy a apartarme (de la investigación sobre Rusia). ¿Qué tipo de hombre es ese?”, denunció Trump la semana pasada. Las quejas de Trump generaron de nuevo rumores sobre el despido de Sessions después de que declararan culpable a su exjefe de campaña, Paul Manafort, y se confesara culpable de varios delitos relacionados con financiación ilegal de la campaña presidencial su exabogado Michael Cohen, quien implicó al presidente en algunos de ellos.

Pero en esta ocasión Sessions le recordó que mientras él sea fiscal general, “las acciones del Departamento de Justicia no serán influenciadas incorrectamente por consideraciones políticas”. El mandatario nunca aceptó el paso dado por Sessions, que llevó a que su número dos, Rod Rosenstein, tomara las riendas sobre las pesquisas de la trama rusa y nombrara a Mueller. Los ataques del presidente a Mueller han generado preocupación entre la oposición y parte de los conservadores por el peligro de que acabara por ordenar el despido del fiscal especial, algo que podría haber hecho Sessions si no se hubiera inhibido. Ahora la pregunta se centra en qué podría pasar si Trump terminara destituyendo a Sessions y por qué no lo ha hecho aún.

Si Trump no ha decidido hasta la fecha despedir a Sessions es por las dificultades que podría tener para conseguir la aprobación de un nuevo encargado de la cartera de Justicia, según Ilya Shapiro, constitucionalista del Instituto Cato. “Sabe que no podría confirmar a cualquier otro y, claramente, sus asesores le están diciendo que Sessions está implementando su agenda”, comentó a Efe Shapiro, quien auguró que si los republicanos aumentan o mantienen su dominio en el Senado en las elecciones legislativas de noviembre, Trump podría “dar el paso”.

Precisamente, estos últimos días influyentes senadores republicanos han insinuado que darían luz verde a tal paso tras las elecciones de noviembre, pese a que antes lo habían descartado. Un nuevo fiscal general debería superar la aprobación de la Cámara Alta, actualmente con una ajustada mayoría conservadora, y podría entonces tomar el control sobre la investigación de la trama rusa y, en última instancia, despedir a Mueller, por lo que los comicios pueden ser determinantes.

De ser destituido el fiscal general, el inmediato heredero interino de las funciones sería el fiscal general adjunto, Rosenstein; y si él también fuera despedido, la responsabilidad iría siguiendo una línea de sucesión prefijada. Otra opción sería nombrar como interino a otro alto funcionario ya confirmado por el Senado, aunque este recurso está pensado para cuando alguien renuncia, muere o no está en condición de seguir.

Ante un despido de Sessions, también tendrían vital importancia los términos en los que este se produjera, ya que si se demostrase una motivación explícita para torpedear una investigación federal, Trump podría incurrir en un delito de obstrucción a la Justicia, algo por lo que Mueller ya investiga al mandatario. Mueller fue nombrado fiscal especial para el caso ruso tras el despido fulminante en mayo de 2017 del director del FBI James Comey, quien después aseguró que el mandatario, antes de destituirle, le reclamó lealtad y pidió que “dejara pasar” las pesquisas sobre los vínculos con Rusia de su exasesor de Seguridad Nacional Michael Flynn.

Antes que Trump, solo el presidente Richard Nixon (1969-1974) había osado despedir a la persona encargada de investigarlo, en su caso, por el caso Watergate. Nixon dimitió cinco meses después. Los interrogantes sobre las consecuencias de despedir al fiscal general después de que Trump haya cargado contra la investigación y la debilidad en el Senado parecen salvar a un Sessions, cuestionado públicamente durante meses.