Edimburgo - El Partido Nacionalista Escocés (SNP), que gobierna en Escocia, inauguró ayer un congreso de dos días al que llega divido, tras la polémica que generó la publicación de las propuestas económicas que podrían implantarse si la nación se independizase del Reino Unido.
El informe, publicado hace dos semanas, se lanzó con el fin de relanzar el debate sobre un nuevo referéndum de independencia. Su medida estrella y la que ha generado mayor controversia es la creación de una nueva moneda, tras un periodo de transición de al menos una década en que se seguiría usando la libra esterlina. No habría, en cambio, ningún tipo de unión monetaria con el Reino Unido, una diferencia clave con la propuesta del SNP en 2014. Entonces, la independencia fue rechazada en referéndum por el 55% de los escoceses, mientras el 45% votó a su favor.
Según los analistas, el plan económico del SNP y la poca certeza sobre si Escocia podría reingresar en la Unión Europea (UE), fueron aspectos básicos en la derrota del independentismo.
Aunque el debate sobre este plan no está en la agenda del congreso, en que se debate la creación de una empresa pública para construir escuelas y hospitales o de un banco de inversión escocés, se prevé que ocupe muchas intervenciones.
Poco después de la sesión de apertura, se anunció la elección del actual ministro escocés de Economía, Keith Brown, como el nuevo vicepresidente de la formación, que se encargará de coordinar las asambleas estivales que debatirán las medidas concretas del informe.
Varios miembros de la corriente más izquierdista del SNP han expresado su malestar ante lo que consideran políticas económicas que conllevarían la imposición de medidas de austeridad y recorte del gasto público en beneficio de la reducción del déficit. Entre sus detractores está Alex Bell, antiguo asesor del exministro principal Alex Salmond, quien lo describió como una “nota de suicidio político”, o el Partido Socialista Escocés, que defendió la independencia en la campaña de 2014, pero que aseguró que no apoyaría al SNP en base a estos planteamientos económicos.
Según declaró Anthony Salamone, analista del Centro Escocés de Relaciones Europeas, el objetivo del informe es “construir una imagen de credibilidad en términos económicos” de lo que sería Escocia como estado independiente, pero sobre una visión que “es inaceptable para los miembros de la corriente más izquierdista”. “Hay muchos en el SNP que están en desacuerdo con el tono del informe, porque rechazan ese enfoque neoliberal. Para ellos, la independencia serviría para crear una Escocia más socialista”, dijo.
Esta disparidad de opiniones se explica, según Salamone, porque el SNP es un “partido amplio” que acoge a personas de múltiples sensibilidades -que van desde el espectro más izquierdista, ecologista y socialista a otro más conservador- a las que “solo les une la cuestión de la independencia”.
Después del referéndum de 2014, prosiguió este experto, su número de afiliados creció significativamente y muchos expresaron su intención de que se celebrase una nueva consulta lo antes posible. Además, la victoria del Brexit, la salida del Reino Unido de la UE, en el referéndum de 2016, impulsó de nuevo esta demanda, que ha dominado parte del discurso de la formación.