Washington - El Gobierno de Estados Unidos inició ayer, en el primer aniversario de Donald Trump como presidente, un cierre parcial por falta de fondos, forzado por la negativa de los demócratas a aprobar unos presupuestos que condicionan a la regularización de unos 800.000 jóvenes indocumentados. Trump tenía previsto viajar a Florida para celebrar el aniversario con una gran fiesta en su mansión Mar-a-Lago de Palm Beach, pero tuvo que cancelar el vuelo y quedarse en Washington ante la posibilidad de un inminente cierre de Gobierno que finalmente se materializó.

Se trata del primer cierre del Ejecutivo desde octubre de 2013, cuando el entonces presidente Barack Obama afrontó 16 días de parálisis por el bloqueo que ejercieron los republicanos. Entonces, el mandatario demócrata mandó a más de 800.000 trabajadores públicos -los considerados “no esenciales”- a sus casas suspendidos de empleo, cerró museos y parques nacionales y canceló tratamientos experimentales en los centros médicos de investigación federales. El Gobierno aseguró el viernes que, en esta ocasión, tratará de minimizar el impacto en el pueblo estadounidense, evitando por ejemplo el cierre de los parques nacionales.

Sin embargo, la Casa Blanca ya ha anunciado que prescindirá de más de un millar de sus 1.715 trabajadores y el jefe del Pentágono, James Mattis, ha dicho que algunas operaciones militares de inteligencia quedan suspendidas a la espera de fondos. La propuesta que tumbó el Senado el viernes por la noche dotaba de financiación al Gobierno solo hasta el 16 de febrero, prolongando así el plazo de negociación entre demócratas y republicanos para unos presupuestos definitivos. Más allá de la presión de los demócratas al Gobierno de Trump, el meollo de la cuestión del actual cierre está en el futuro de los cerca de 800.000 jóvenes indocumentados conocidos como dreamers.

El estatus legal con el que Obama dotó a estos jóvenes expira el 5 de marzo, fecha a partir de la cual podrán ser deportados después de que Trump acabase con el programa que les protege (DACA). Los demócratas condicionaban su apoyo a las cuentas a que Trump y los republicanos accedieran a regularizarlos, pero estos no han dado su brazo a torcer.

Una vez consumado el cierre, la Casa Blanca emitió un comunicado en el que advirtió a los demócratas de que “no negociará” el estatus de los “soñadores” para lograr nuevos fondos y que no se sentará a hablar de la reforma migratoria hasta que desbloqueen la situación. “No negociaremos el estatus de inmigrantes ilegales mientras los demócratas mantienen a nuestros ciudadanos legales rehenes de sus insensatas demandas. Este es un comportamiento de perdedores obstruccionistas, no de legisladores”, se afirma en la nota de la Casa Blanca.

Con el Gobierno cerrado, republicanos y demócratas ya han empezado unas negociaciones a contrarreloj en las que tratarán de no quedar ante el pueblo estadounidense como los responsables de la situación de parálisis en la que han sumido al Ejecutivo. Los dos partidos son conscientes de que se enfrentan a elecciones al Congreso en noviembre y mientras los demócratas no quieren arriesgar los escaños que ponen en juego, los republicanos no quieren ser vistos como incapaces de gestionar su mayoría.

Se trata, de hecho, de la primera vez en la historia que un cierre de Gobierno sucede con un mismo partido, en este caso el republicano, controlando la Casa Blanca y las dos cámaras legislativas. El líder de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, ya ha iniciado los trámites para llevar a votación una nueva propuesta para financiar al Gobierno hasta el 8 de febrero, en lugar del 16, aunque no está claro que tenga el apoyo de los demócratas.

Por su parte, el líder demócrata, Chuck Schumer, señaló que Trump y él habían negociado ya un acuerdo en la tarde del viernes, pero acusó al presidente de echarse atrás ante las presiones de su partido. A falta de consecuencias más serias por llegar, los demócratas han logrado arruinar a Trump la celebración de su primer año al frente de la Casa Blanca.

Plan de emergencias “El cierre del Gobierno supone un inconveniente, tendrá un efecto en el Ejército, pero no va a dejar a Estados Unidos sin protección”, explica el coronel Mark Cancian, un experto en seguridad internacional que trabaja para el Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos (CSIS). Esta afirmación dista mucho de la visión catastrofista que en las últimas semanas venía propagando el presidente Trump, quien llegó a decir que un cierre del Gobierno sería “lo peor que le podría pasar al Ejército”.

Trump no ha dudado en responsabilizar al Partido Demócrata de los efectos que la falta de fondos podría tener en la seguridad del país. La realidad, sin embargo, parece ser bien diferente puesto que, según apuntan numerosos expertos, el Departamento de Defensa es posiblemente el aparato del Estado mejor protegido ante un eventual cierre del Gobierno. “Todo el personal militar en activo continuará ejerciendo sus funciones con normalidad, si bien es cierto que no recibirán su salario hasta que el Congreso apruebe la dotación de fondos”, aclaró el Departamento de Defensa en un memorándum interno destinado a su personal.

En todo caso, de acuerdo con Cancian, que ocupaba el cargo de director nacional de la división de seguridad de la Oficina de Gestión y Presupuestos en 2013, cuando los republicanos forzaron el cierre del Gobierno de Obama, el Pentágono tiene acceso a una provisión de fondos para emergencias. Ésta asegura que haya fondos suficientes para cualquier operación militar en la que tomen parte las tropas estadounidenses. Además, recordó Cancian, existen otras vías para asegurar que los militares reciban su tan merecida soldada. “En 2013 -apuntó-, el Gobierno aprobó una ley que establecía que los miembros del Ejército recibirían su paga, de manera que esto no fue un problema, e imagino que ahora se podría autorizar algo así este lunes”.

“Desafortunadamente, ya hemos visto esta película antes. Tenemos planes en las estanterías que pueden aplicarse en caso de cierre del Gobierno”, comentó recientemente a un grupo de periodistas presentes en el Pentágono el asistente de comunicación del secretario de Defensa, George Little.

1. La toma de posesión. Una de sus primeras polémicas fue la discusión por la asistencia popular a su acto de investidura, visiblemente menor a las de Obama.

2. Vetos. Trump firmó una orden para prohibir temporalmente la entrada de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana. Con caos en aeropuertos y reveses judiciales, proclamó una segunda iniciativa contra países de mayoría musulmana, sustituida por un tercer veto, incluyendo a Venezuela y Corea del Norte.

3. Despido del director del FBI. Trump despidió al director del FBI, James Comey, por considerar que bajo su dirección la institución era “un descontrol”, entrando en contradicciones con la versión oficial mantenida por la Casa Blanca.

4. Salida del Acuerdo de París. Revertir las protecciones medioambientales ha sido otra de las guías del mandato de Trump, que optó por abandonar el Acuerdo de París sobre el clima.

5. Sucesos de Charlottesville. Fue muy criticado por culpar del incidente “a los dos lados” y decir que había “gente muy buena” en ambos grupos, incluidos los neonazis. Tras retractarse debido a las críticas, Trump volvió a su postura original.

6. Desastres naturales. Durante una visita a Puerto Rico dijo que el efecto del huracán María no era una “catástrofe real” como la vivida en Nueva Orleans con el Katrina. Durante otra visita a un centro de atención a los afectados por el huracán Harvey, en Houston, aseguró que había visto “mucha felicidad” y deseó a las víctimas que pasaran “un buen rato”.

7. Enfrentamiento con “el hombre cohete”. Las relaciones con Corea del Norte y el cruce de amenazas han centrado gran parte de la actualidad el último año.

8. Soldado caído. La viuda de un soldado caído en Níger confirmó que en su llamada para darle el pésame, Trump le había dicho que su marido “sabía en lo que se había metido”.

9. Jerusalén. Trump incendió Oriente Medio al reconocer a Jerusalén como capital de Israel.

10. “Agujeros de mierda”. La más reciente polémica. Trump calificó como “agujeros de mierda” a países africanos y latinoamericanos.