Londres - El embajador británico en Bruselas, Tim Barrow, entregó finalmente ayer la carta de seis páginas escrita por la primera ministra británica, Theresa May, al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, con la que Reino Unido invoca el artículo 50 del Tratado de Lisboa para poner punto y final a su presencia dentro de la Unión Europea. “Deberíamos comenzar negociaciones técnicas sobre áreas políticas tan pronto como sea posible, pero deberíamos dar prioridad a los desafíos más importantes”, explica la carta, en la que recalca que abandonar la UE no significa rechazar los valores que comparten con sus compañeros europeos y como no es un intento de hacer daño a la UE ni a ninguno de los restantes estados miembros. Por el contrario, el Reino Unido quiere que la UE “triunfe y prospere”, aunque sin formar parte de ella.
En la carta no hubo sorpresas y utiliza una vez más la famosa muletilla utilizada por los políticos favorables al Brexit: “Nos vamos de la UE, pero no dejamos Europa”. May apela a que la salida sea “justa y ordenada y con la menor perturbación posible para cada una de las partes”. De hecho, llama a encontrar puntos en común en los que seguir trabajando, como por ejemplo las amenazas de la seguridad. La primera ministra no tardó en recibir contestación. Desde el continente advertían a Londres de que no habrá una nueva relación hasta que se culmine la salida de la UE.
Desde 1973, la relación entre el Reino Unido y la llamada entonces Comunidad Económica Europea (CEE) nunca ha sido un camino de rosas. No sorprende así que entre los principales temas de la carta esté la llamada a que el diálogo sea de “manera constructiva y respetuosa, con un espíritu de sincera cooperación”. May indica que Reino Unido entiende que las “libertades del mercado único son indivisibles” y apunta a que sus ciudadanos entienden que “habrá consecuencias” con su salida de la UE.
La primera ministra no obvia la “complejidad de las negociaciones”, punto en el que menciona el futuro de los tres millones de ciudadanos europeos que viven en el Reino Unido y la reciprocidad con los británicos que viven en otros puntos de la UE. Sin ir más lejos, unos 400.000 en el conjunto del estado español, por lo que se marca como objetivo “llegar pronto a un acuerdo sobre sus derechos”. Londres pone la mirada en asegurar un “acuerdo amplio”, en el que se afiance la alianza profunda y especial entre el Reino Unido y los países del bloque común. “Deberíamos trabajar juntos para minimizar las alteraciones y dar la máxima certeza posible”, añade en el escrito. La carta tampoco se olvida de las empresas y empresarios en ambos lados de la negociación. El Reino Unido también propone un acuerdo de libre comercio “valiente y ambicioso”. Llama así a un periodo de implementación de las nuevas medidas que permita “un ajuste suave y ordenado” a las nuevas disposiciones.
estatus especial para irlanda El caso de Irlanda y la importancia del proceso de paz en Irlanda del Norte son mencionados en la carta y la necesidad de que éste no se ponga en peligro. Así, destaca como Irlanda es el único país de la UE con una frontera terrestre con el Reino Unido, por lo que quiere que se mantenga la zona de frontera abierta entre los dos.
May aprovechó su intervención en el Parlamento británico para defender como su Gobierno actúa respetando “la voluntad democrática del pueblo británico” y respetando el resultado del referéndum. El proceso de dos años de negociaciones está ahora en marcha. Un momento histórico para el que según la conservadora “no puede haber vuelta atrás”. Promete que a partir de ahora, Reino Unido va a tomar sus propias decisiones y hacer sus propias leyes. “Vamos a tomar el control de las cosas que más nos importan. Y vamos a aprovechar esta oportunidad para construir un Reino Unido más fuerte y más justo”, aclaró la primera ministra, parafraseando las frases utilizadas por los defensores de la salida del bloque común. En teoría, salir de la UE significará que las leyes se harán de nuevo en Westminster, Edimburgo, Cardiff y Belfast. Y esas leyes serán interpretadas por los jueces en suelo británico, pero no en Luxemburgo.
May no dudó en reconocer a los diputados como el de ayer fue uno de los “grandes puntos de inflexión en nuestra historia nacional” y definió la tarea que tiene ahora por delante como “demasiado grande”.
En palabras de la primera ministra, la actitud correcta ahora es la de esperar con optimismo y esperanza al futuro. Así, apeló una vez más a la seguridad que Londres proporcionará para que las empresas, el sector público y todos los demás tengan claridad a medida que se avanza en el proceso.
Desde la oposición el líder del laborismo, Jeremy Corbyn, dijo que no alcanzar un acuerdo con Bruselas sería “un fracaso nacional de proporciones históricas”. El laborista dijo que éste debería reflejar las necesidades de toda la nación y no sólo el de los diputados favorables a la salida del bloque común y conocidos como Brexiteers. “Si la primera ministra quiere unir al país como ella dice que pretende hacer, el Gobierno tiene que escuchar, consultar y representar a todo el país, no sólo los ideólogos de la línea dura de los conservadores”, le reprochó, advirtiéndole de que por el momento ésta amenaza con llevar al país por un camino “imprudente y perjudicial”.
En un tono más festivo estaba el eurodiputado del eurófobo Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP) Nigel Farage, quien afirmó que el Brexit no es un “incidente aislado” y que le gustaría “ver cómo se rompe” la UE.
No tan optimista fue el ministro de Economía y Hacienda británico, Philip Hammond, quien aseguró que Londres acepta que habrá consecuencias a raíz de la decisión de no seguir siendo miembro del mercado único de la UE. “Entendemos que no podemos elegir, no podemos tener nuestro pastel y comerlo”, dijo Hammond en una clara referencia a la famosa declaración del ministro de Relaciones Internacionales, Boris Johnson, quien dijo que era partidario de llevarse el pastel y comerlo.
Hammond, muchas veces increpado por no ser optimista con el Brexit y apuntar que Londres tiene que pagar su precio por salir del bloque común, expuso ayer que estaba “absolutamente seguro” de que las conversaciones de dos años terminarán en un nuevo acuerdo comercial, pues cree que “sería ridículo salir de la UE sin un acuerdo aduanero”. Sin embargo, dijo que el Reino Unido tendrá que pagar un precio por su decisión de restablecer su soberanía total: “Habrá ciertas consecuencias y las aceptamos”.