No son solo casi seis años de guerra. Es la guerra “más brutal de la actualidad”. El conflicto sirio está siendo especialmente demoledor para los menores. Más de ocho millones de niños y niñas necesitan ayuda humanitaria desesperadamente. Y la necesitan hoy. La guerra, el éxodo y la indiferencia de las autoridades internacionales están poniendo en peligro toda una generación de una región.

¿Qué es mejor? ¿Quedarse en el infierno que se vive en Siria o jugarse la vida en el Mediterráneo y en campos de refugiados infames? Lorena Cobas, responsable de Emergencias de Unicef Comité Español, expone las preferencias de su organismo: “Lo mejor siempre es que los niños puedan estar con sus familias y en la medida de lo posible en su lugar de origen. Para esto es necesario que puedan estar seguros. Desde Unicef hacemos un llamamiento para que los civiles y especialmente los niños no sean objetivos en una guerra que no tiene nada que ver con ellos”.

La vida en Siria se ha recrudecido en los últimos meses. El 70% de la población no tiene acceso regular a agua potable. De hecho, el corte del suministro es utilizado como un arma de guerra. “Cuando no hay otra opción, lo que hacemos es llevar agua en camiones cisterna”, señala Cobas, “pero esto es una solución temporal y además es muy costosa. Lo importante es restaurar los sistemas de agua que han sido destruidos o establecer sistemas de agua fijos”.

Conseguir alimentos también es complicado. Desde Unicef se intenta fortalecer el poco comercio que hay. “Una de nuestras líneas de acción está siendo ayudar a productores locales”, explica la responsable, “les damos apoyo a las familias. En vez de dar un alimento, les damos un vale para que puedan comprar en estos comercios”.

Los constantes ataques indiscriminados también hacen que la educación sea una actividad de riesgo. Una de cada tres escuelas en Siria está destruida, dañada o siendo utilizada con fines militares, lo que deja a la mitad de los niños sirios, 2.700.000, fuera de la escuela. “Esto es muy grave”, se lamenta Lorena Cobas, “hemos diseñado un programa de autoaprendizaje para que ellos puedan seguir las clases desde su casa con un acompañamiento de su familia. No vamos a parar hasta que los niños puedan volver a la escuela. No se trata solo de aprender. Se trata de romper el ciclo de la pobreza llevando a los niños a la escuela”.

Se estima que ahora mismo la educación en Siria ha retrocedido dos décadas y que, si no se actúa con celeridad, las ayudas monetarias a largo plazo podrían ser de 10.700 millones de euros. Pero Cobas apunta además al aspecto más humano: “Los niños necesitan sentirse niños, tener una rutina, estudiar, estar con otros niños, jugar, recuperarse? Esos niños han visto niveles de violencia inimaginables para nosotros. Han visto matar gente, incluso a miembros de su familia. La única manera que tienen los niños de recuperarse emocionalmente es recuperar la normalidad, estudiar y que les permitan que el día de mañana puedan ser niños que no repliquen lo que están aprendiendo, que es a relacionarse en medio de una guerra. Tenemos que darles otras oportunidades y otra visión de la vida en sociedad”.

Para colmo de males, los niños son también víctimas al ser reclutados por grupos armados. Y cada vez lo hacen con niños más pequeños. En 2015 más de la mitad eran menores de 15 años: “Están reclutando niños de 7 años. Los utilizan de muchas maneras: como cocineros, porteadores o como primera línea de guerra en ataques”.

Con una generación de niños comprometida, Lorena Cobas admite que la única manera que ven para que se recupere el país es invertir en la infancia: “No podemos permitir que estos niños que no han perdido las ganas de recuperarse y de recuperar su país se pierdan. Hay que invertir en su educación y protección. Mientras no consigamos esto, seguiremos engordando este círculo vicioso. Educación, protección y que tengan lo más básico para vivir. De esta manera estos niños en el futuro podrían recuperar Siria”.

los niños refugiados Si en Siria los niños viven en un infierno, lo que encuentran otros muchos miles como refugiados es un limbo insoportable. Cada vez son más países en los que miles de niños pasan el invierno en la intemperie, sin escolarizar y a merced de redes de trata de personas. Es más, en los últimos meses se ha detectado que en los campos de refugiados incluso ha aumentado el número de matrimonios infantiles. Sara Collantes es una especialista en políticas de infancia de Unicef y conoce bien el drama: “Teniendo en cuenta que el matrimonio infantil ya existía en los países de origen de los niños que están en campos de refugiados de Europa, no es de extrañar que veamos este fenómeno en Europa. Las familias sienten que no tienen otra salida más que dejar que una niña se case con una persona adulta contra su voluntad. Es una manera para salir adelante y poder soportar la presión económica para sobrevivir. Creen también que incluso es una medida de protección para la niña”.

Lo que más duele al pasear la vista por los campos de refugiados es la pasividad de las autoridades europeas ante el sufrimiento de miles de niños y familias. “Se han destinados recursos, pero detectamos que hay una gran lentitud en la gestión de los mismos”, explica Collantes, “el sistema de asilo europeo no funciona correctamente. Los procesos son muy lentos, hay que eliminar las trabas burocráticas y los problemas de gestión de las solicitudes de asilo aportando más apoyos técnicos para que los recursos de primera llegada puedan gestionar hábilmente y con celeridad las solicitudes”.

Las exigencias son siempre hacia las instituciones, pero el ciudadano de a pie también puede ayudar a los niños refugiados. “Siempre está la vía de colaborar con las diferentes organizaciones que trabajan por los refugiados”, confirma Sara Collantes, “pero lo que también puede hacer la gente es seguir informándose de lo que está ocurriendo y pedir responsabilidades a sus representantes políticos. Hay muchas vías para hacer llegar la voz a distintas instancias a nivel local, autonómico o estatal y que quede claro que la ciudadanía quiere una solución urgente y duradera para proteger los derechos de los refugiados”.