La violencia indiscriminada se ha vuelto a colar en el corazón mismo de Europa, causando muerte, miedo y conmoción entre todos nosotros. Una vez más, la seguridad de nuestras sociedades, el cimiento en el que se construyen nuestras vidas, se ha visto vulnerada en los espacios donde la ciudadanía se siente más relajada: un estadio de fútbol, un concierto, tres restaurantes y un centro comercial. Los atentados también se han cometido, una vez más, en una ciudad símbolo de la luz, de la libertad y del cosmopolitismo europeo. Ayer murieron más de 120 personas siendo lo que somos todos: ciudadanos de cualquier ciudad celebrando la llegada del fin de semana.

El impacto de la tragedia debe ayudarnos a recordar que cientos de personas son asesinadas en todo el mundo mientras tratan de vivir sus vidas. La noche del jueves 50 personas murieron en Beirut tras un ataque bomba en una calle comercial central mientras hacían sus compras. Hace 10 días 224 turistas rusos murieron en un ataque a un avión comercial. ¿Cuántos miles de personas mueren de manera trágica y casi anónima en los mercados de Bagdad? En Bangkok, Madrid, Nueva York y Bali, miles de ciudadanos son asesinados indiscriminadamente con el único objetivo de sembrar el miedo, la desconfianza, el recelo y la inseguridad.

Y quizá esta vez nos conmueve más porque está más cerca, nos parece más real. Porque nos recuerda el miedo que hemos sentido en nuestra propia piel en un pasado demasiado cercano y doloroso. Porque no conocemos cuáles son las herramientas para poner freno a esta barbarie. La solución no es fácil, probablemente no haya una única solución. Es necesario que los gobiernos mantengan su compromiso con la protección y amparo de su ciudadanía, aunque como se ha comprobado estas respuestas por si solas no sean suficientes para garantizar los derechos humanos, la paz y la seguridad.

La UNESCO, cuya sede, precisamente, está en París, se constituyó en 1945 cuando el mundo acababa de finalizar uno de los enfrentamientos más cruentos y dolorosos de la historia. En su carta de constitución, los firmantes declararon que “puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”. Por ello y durante 70 años, la UNESCO, apoyada por los gobiernos y la sociedad, ha trabajado para construir los fundamentos de la paz entre las personas basándose en la dignidad, la igualdad y el respeto mutuo, y a través de la cultura, la educación, las ciencias y la comunicación.

Hoy, mientras aún está creciendo el número de víctimas del último atentado contra la libertad y la dignidad de las personas, es crucial mostrar nuestra repulsa a quienes quieren justificar su barbarie a través de la ignorancia y los prejuicios. Es nuestra responsabilidad mostrar nuestra solidaridad intelectual y moral con todas las personas, y especialmente con aquellas que han sufrido directamente el dolor de sus ataques, sea en Francia, Palestina, Egipto, Nigeria, Israel, Yemen, Estados Unidos, Turquía, Afganistán o Siria.