Que a 50 días del Mundial de Fútbol, la ciudad de Sao Paulo, sede de seis partidos, entre ellos el inaugural entre Brasil y Croacia el 12 de junio, tuviera el 76% de su capacidad hotelera libre para los días del torneo puso en estado de alerta a los responsables del Gobierno brasileño por las dudas que el país pueda estar generando en el exterior, fundamentalmente, por la falta de seguridad.

Los episodios de violencia vividos recientemente en las favelas de Río de Janeiro no han hecho más que incrementar las incertidumbres, además de poner en tela de juicio las medidas aplicadas hace cinco años para frenar la violencia de los narcotraficantes. Pero como habían previsto algunos expertos, la intervención del Ejército y de la Policía consiguió debilitar a las bandas, pero no derrotarlas. Solo tuvieron que abandonar sus zonas habituales para atrincherarse en áreas periféricas y desde ellas seguir controlando la venta de droga en favelas estratégicas enclavadas en los barrios más pudientes.

La última erupción de esta violencia ocurrió el martes en una favela enclavada en el corazón turístico de Río, la Pavão-Pavãozinho en Copacabana, el barrio más conocido de ciudad. Según afirmó el secretario de Seguridad del estado, José Mariano Beltrame, el regreso a la zona de un capo del narcotráfico huido de la cárcel pudo haber sido el causante de la ola de ataques contra policías ocurrida en los últimos meses y los disturbios registrados esta semana.

"Sin duda por detrás de estas acciones hay un movimiento edificado por el tráfico de drogas. Las informaciones de inteligencia nos permiten llegar a esta conclusión", dijo Beltrame.

Según su relato, la banda dirigida por Adauto do Nascimento Gonçalves, alias Pitbull, preso desde 2008 y huido el año pasado durante un permiso de fin de semana, es la causante de la revuelta.

La realidad ofrece matices diferentes, ya que los disturbios que afectaron a parte de Copacabana la noche del 22 de abril fueron en realidad una respuesta a la muerte del bailarín Douglas Pereira, de 25 años, cuyo cadáver fue encontrado horas antes en una escuela de la favela con una herida de bala y señales de violencia.

Los habitantes de la favela atribuyeron la muerte de Pereira a la policía, durante una operación realizada la noche del lunes para tratar de localizar a Pitbull. Según el secretario de Seguridad, un grupo de diez policías fue recibido a tiros y con bombas caseras por los narcotraficantes la noche del día 21.

Sobre la muerte del joven que desencadenó los disturbios, prometió una investigación transparente, rigurosa y rápida, y confirmó que la autopsia indicó que el bailarín tenía una perforación de arma de fuego fatal.

En los disturbios del día 22 murió con un tiro en la cabeza un hombre de 27 años identificado como Edilson da Silva dos Santos, un hecho que también está siendo investigado. Los habitantes de la favela montaron barricadas, causaron varios incendios y se enfrentaron con piedras a la policía, que por seguridad acordonó varias cuadras de Copacabana, el barrio que concentra más hoteles de Río.

Al día siguiente de enfrentamientos violentos y escenas de destrucción, decenas de policías militares, entre ellos integrantes del Batallón de Operaciones Especiales (Bope) patrullaron por los accesos y la favela Pavao-Pavaozinho, entre los barrios Copacabana e Ipanema.

El clima era de aparente calma el día 23, festividad de San Jorge, muy venerado en Río de Janeiro y patrón de ladrones, policías y portadores de armas de fuego, lo que no deja de tener su punto de ironía. Mientras los surfistas bajaban a la playa con sus tablas, caminando entre policías de élite fuertemente armados, decenas de basureros se dedicaban a limpiar los restos de las barricadas que ardieron seis horas antes en las calles de Copacabana que dan acceso a la favela.

Abatido por la Policía

Sin que hiciera mención a la muerte del bailarín, que los vecinos atribuyen a la policía, el secretario de seguridad dijo que Pavão-Pavãozinho era una favela "muy tranquila" hasta que Pitbull regresó a la zona. Para evitar suspicacias, se apresuró a afirmar que estos episodios violentos no afectarán al Mundial de fútbol de Brasil, que comienza el próximo 12 de junio. "Con relación al Mundial no tendremos problemas, haremos una Copa segura", afirmó Beltrame, que recordó que el plan de seguridad para el torneo se desplegará a partir del 15 de mayo y contará con el refuerzo de la policía federal y los militares.

Pero lo cierto es que la preocupación es máxima, incluso entre los dirigentes de la FIFA, por lo general más pendientes de otros asuntos menos exigentes. La señal de alarma ha procedido del sector hotelero del país, que teme un desaprovechamiento de su potencial hotelero durante el Mundial y, consecuentemente, perjuicios para el sector turístico de la mayor ciudad y capital financiera del país, advirtió el Fórum de Operadores Hoteleros do Brasil, que reúne el 71% de las cadenas hoteleras, como Accor, Meliá y Othon, entre otras.

El director de Marketing de la FIFA, Thierry Weil, reafirmó su confianza en las autoridades brasileñas y en los planes de seguridad, por lo que consideró que el Mundial será seguro a pesar de que se repitan protestas o disturbios.

"Desde el punto de vista de los turistas no sé. Entre nuestros socios comerciales hay discusiones, presiones, pero nadie se ha retractado de traer a sus invitados", afirmó en una mesa redonda con periodistas en Río de Janeiro. En las calles, mientras tanto, se preparaban para una nueva noche de disturbios. Quizás ni el fútbol consiga aplacar tanta violencia.