edimburgo - Londres, la que fuera capital de Imperio británico, vio ayer como el ministro principal de Escocia, Alex Salmond, alababa las ventajas de la separación a pocos metros de la sede del Parlamento. El jefe del Ejecutivo del norte de la isla echó mano de la retórica emotiva para criticar la actitud de la "élite de Westminster" y presentar a una Escocia independiente como el "poderoso contrapeso" a Londres.

Durante el evento, organizado por el periódico News Satesman, Salmond hizo referencia a las palabras del profesor de la Escuela de Económicas de Londres, Tony Travers, en las que aseguraba que la capital es una "estrella oscura que succiona recursos y energía y nadie sabe cómo controlarla". Lo cierto es que la mayor parte de los presupuestos británicos se invierten en la ciudad dejando menos recursos a las zonas más remotas de la isla.

De esta manera, el político nacionalista recalcó que la independencia sería buena también para el norte de Inglaterra ya que se convertiría en "una luz para contrarrestar la estrella oscura de Londres y reequilibrar el centro de gravedad económico de esta isla". En este sentido, Salmond resaltó el abuso que se comete contra el norte y acusó a los líderes británicos de "bombardear" a los escoceses "primero con amor y, luego, en profundidad y a quemarropa". De esta forma, se refería a la petición que hizo el primer ministro, David Cameron, a los escoceses para "que se quedaran" y el duro discurso, pocos días después, del ministro de Finanzas, George Osborne, en el que anunciaba la negativa de Londres de compartir la libra tras la separación. Según el ministro principal, estos discursos traicionaron una actitud "anticuada e inaceptable en la que Escocia es la última entre iguales".

cercanía a inglaterra Además, tachó de "monumental error" el discurso de Osborne y criticó que el político inglés se refiriera a Escocia como un país extranjero hasta en siete ocasiones. Salmond explicó que el Acta del Gobierno de Irlanda, aprobada en 1948, especificó expresamente que la isla esmeralda "nunca sería vista como país extranjero". El mismo tratamiento requirió para Escocia si se separase. El jefe del Ejecutivo remarcó que "compartimos lazos de familia, amistad, comercio e historia que nunca han dependido de un parlamento en Westminster y que durarán después de la independencia". El "sermón de la libra", como Alex Salmond calificó el discurso de George Osborne sobre la moneda, resumió "los dictados de la élite de Westminster que, a su vez, son su debilidad".

En su intervención, el jefe del gabinete escocés subrayó la importancia del referéndum para los ciudadanos. Por eso, calificó el 18 de septiembre, día de la consulta, como "la hora de Escocia, cuando el futuro del país pase a estar en manos de los escoceses". Un futuro que tiene dos caminos bien distintos según aseguró Salmond. Por un lado, seguir formando parte de un Reino Unido "cada vez más desestabilizado, con una gran desigualdad económica y geográfica y más gobiernos a los que Escocia no votó". Por otro lado, subrayó, "conseguir los poderes que se necesitan para construir una sociedad más igualitaria, competitiva y, en definitiva, una mejor Escocia".

Salmond recordó en Londres que la decisión ya no se trata de si Escocia "puede o no" ser independiente sino, de si "debe o no serlo". Estas palabras se vieron reforzadas por el informe del Instituto de Estudios Fiscales publicado ayer y en el que auguraba un futuro económico "positivo" tras la independencia, siempre y cuando se mantuvieran los actuales niveles de contención del gasto. Eso sí, el documento también apuntaba a que los beneficios obtenidos del petróleo en 2016 pueden bajar hasta la mitad si se tienen en cuenta las previsiones del gobierno británico. El ejecutivo de Edimburgo se apresuró a recordar que todavía queda "la mitad del valor económico por extraer".