EL caso de Iván Cepeda (Bogotá 1962), diputado del Polo es uno más del rosario de persecuciones políticas que sufren los dirigentes de la izquierda colombiana cuando osan denunciar la complicidad que los partidarios del ex presidente Alvaro Uribe, o él mismo, tuvieron con los paramilitares y sus matanzas. Iván es hijo de Manuel, un dirigente de la Unión Patriótica, que fue asesinado en 1994 por los "paras" junto con otras cinco mil personas militantes de diversos partidos de izquierda y organizaciones civiles. Fue lo que se conoce como "el genocidio" tras la primera intentona de incorporar a este sector, hasta entonces muy vinculado a las guerrillas, en la vida civil.
Pero aquel episodio tiene hoy otros tintes. Iván denunció a Alvaro Urive y a su hermano Santiago por el crimen contra su padre. Y como nos contaba en Onda Vasca, la respuesta no se hizo esperar porque el Fiscal Alejandro Ordóñez "otro hombre de extrema derecha" abrió un proceso contra él. Su caso recuerda demasiado al del actual alcalde Gustavo Petro o a la de Piedad Córdoba.
En esas condiciones, parece que alzar la voz contra determinados estamentos puede significar la muerte política, una forma desde luego más refinada que la que empleó la extrama derecha con su padre. Pero Iván no se arredra y ha creado el Movimiento de Víctimas y Crímenes de Estado en el que recoge testimonios que buscan la persecución concreta de hechos probados. Se trata, al menos, del derecho de las víctimas a conocer la verdad.
El caso de Iván Cepeda es singular porque él, en una sesión plenaria, perdonó al Estado por el asesinato de su padre, pero no al que cree autor intelectual de aquella cacería humana que se desató en los noventa. ¿Por qué vuelven ahora a la palestra estos hechos? Según el diputado del Polo Alternativo Democrático es necesario denunciar la alianza entre Uribe y el Fiscal para dar al traste con las conversaciones de La Habana. La ecuación es sencilla: se manda a través de la persecución de estos líderes un mensaje para los que puedan animarse a desmovilizarse y participar en la política en el caso de que el proceso de paz llegue a buen puerto.
Pero hay más. Según Cepeda "hay sectores de la extrema derecha y del Ejército que no quieren la paz porque la guerra se ha convertido para ellos en un negocio donde se han movido con impunidad. Si la violencia acaba, acaba su negocio".