Acaba de cumplir 16 años y apenas mide 165 centímetros, pero para sí querrían muchos su fortaleza. Ayer Malala Yousafzai, la joven paquistaní que defiende el derecho de las niñas a estudiar y que resistió a un ataque talibán recibió ante un abarrotado pleno de Estrasburgo el vigesimoquinto premio Sajarov a la libertad de conciencia que otorga el Parlamento Europeo. "Me he puesto tacones, así que espero que puedan verme", dijo disculpándose al subir al estrado y colocándose en su sitio un colorido sari de tono anaranjado. Y vaya si la vieron, pero sobre todo la escucharon, incluidos otros 22 laureados de anteriores ediciones invitados a la entrega del premio. "Estoy orgulloso de que nuestro Parlamento rinda homenaje al inmenso coraje demostrado por una heroína, una superviviente, una niña de 16 años, que desafió el fanatismo para defender su derecho a ir a la escuela", dijo de ella el presidente Martin Schulz en referencia al atentado que sufrió en octubre de 2012 en el valle de Swat, cuando le dispararon tres balazos en la cabeza y el cuello por el simple hecho de defender una educación universal.

Aunque ya no vive en Paquistán sino en Birmingham los talibán no han dejado en este tiempo de lanzar amenazas y de intentar amedrentar a una joven que ha conseguido demostrar lo fuerte que pueden llegar a ser unas simples palabras. Ayer lo volvió a hacer, ante la atenta mirada de su padre, el maestro Ziauddin Yousafzai, quien la animó a escribir un blog con seudónimo para la BBC denunciando los problemas de las niñas en Pakistán, en un discurso directo, sencillo, salpicado de ovaciones y muchos aplausos.

en cinco minutos Un discurso de poco más de cinco minutos en el que dejó un mensaje claro y rotundo: es necesario cambiar de mentalidad porque "el poder de un país no debería juzgarse por el número de soldados sino por qué país tiene más personas educadas, garantiza los derechos básicos a sus ciudadanos, la igualdad entre hombres y mujeres", dijo entre aplausos. "Un país con personas con talento, preparadas y educadas es el verdadero poder no un país con toneladas de soldados y armas", añadió recordando a los héroes sin nombre de Paquistán y a quienes luchan por los derechos y las libertades.

Con solo 16 años Malala se convierte en la persona más joven en recibir el premio Sajarov, que dedicó a los héroes sin nombre de Pakistán y a todos los que luchan por los derechos y las libertades. Un premio que alienta su causa y que espera sirva para que Europa siga apoyando a los países asiáticos y, en especial, a Paquistán donde ir a la escuela es un privilegio y no un derecho. "Espero que unidos y con determinación hagamos realidad nuestros objetivos y ayudemos a los 57 millones de niños que nos están esperando".

Niños, dijo, que no tienen nada para comer o beber pero que están sedientos de educación. Que pese a la violencia, el terrorismo, la pobreza en la que viven, los abusos sexuales de los que son objeto, o la falta de libertad siguen teniendo esperanza. "¿Saben por qué?", preguntó. "Porque ustedes están aquí unidos para ayudar a niños inocentes, para hablar por ellos, para actuar". Niños, añadió, que "no quieren un iphone, la Xbox, una playstation o chocolates sino simplemente un libro y un bolígrafo", explicó arrancando un aplauso. Dos herramientas que se han convertido en su arma más poderosa. Un arma, que según Schulz, comenzó a utilizar con 11 años y que ha seguido utilizando pese a las amenazas contra ella o su familia. "El compromiso de Malala Yousafzai nos recuerda que la educación y el conocimiento es la mejor inversión que una sociedad pueda hacer en la lucha contra la intolerancia, el aislamiento, la violencia y la pobreza", recordó.