Cuatro kilómetros separan el palacio presidencial de Ittihadiya de la mezquita Rabá al Audawiya. Una distancia demasiado corta para dos realidades tan opuestas. Ayer millones de egipcios salieron a la calle divididos en dos bandos: los detractores del presidente Mohamed Morsi, que piden su dimisión inmediata, y los seguidores incondicionales del gobierno islamista.
Dos años después de la salida de Hosni Mubarak, Egipto vivió ayer un capítulo más de su convulsa transición democrática. La polarización política, las continuas luchas internas entre el gobierno y el poder jurídico y la grave crisis económica no han hecho más que oscurecer las esperanzas que los egipcios abrieron durante la revolución del 2011.
Desde primera hora de la mañana, Tahrir se convirtió en uno de los epicentros de la protestas antigubernamentales. Miles de opositores tomaron la emblemática plaza para mostrar un rechazo rotundo al presidente islamista. "He pasado la noche acampado con mis amigos. La plaza es de los verdaderos revolucionarios, es nuestra", explicaba Kareem, un joven estudiante de periodismo que portaba una tarjeta roja con el lema Morsi, vete a casa. Por su parte, una persona murió y otras 37 resultaron heridas en la ciudad de Beni Suef, al sur de El Cairo, en un ataque armado contra manifestantes opositores.
opositores... La oposición hizo ayer una demostración de fuerza arropada por las más de 22 millones de firmas recogidas mediante la campaña (Tamarrod, Rebelión en árabe) para forzar la dimisión del presidente. Los disidentes aseguran haber recogido casi el doble de los votos que Mohamed Morsi recibió en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del año pasado.
Tahrir, cuna de la revolución que forzó la salida de Mubarak, volvió a ser el centro de los cantos revolucionarios. "Erhal (¡Vete!). Nos quedaremos lo que haga falta hasta que el presidente se marche", gritaba un grupo de mujeres que forman parte de la asociación Musulmanas y Cristianas por la Democracia. Según la policía, nueve personas fueron arrestadas mientras intentaban introducir armas en la plaza.
Bien entrada la tarde, el palacio presidencial de El Cairo acogió varias manifestantes. Y es que el calor sofocante hizo que muchos egipcios esperaran al anochecer para tomar las calles. El gobierno hizo ayer un último intento para calmar las aguas y aseguró que el presidente "estaba dispuesto a dialogar". De nada sirvió.
... Y defensores La mezquita Rabá al Audawiya, en el distrito de Nasr City, fue la otra cara de la moneda. Miles de hombres y pocas mujeres se concentraron para mostrar su apoyo incondicional al presidente. Los alrededores de la mezquita, bajo sorprendentes medidas de seguridad, se convirtieron en el feudo y escudo de los Hermanos Musulmanes. Nadie dudó en legitimar al gobierno islamista. "La popularidad del presidente francés Francois Hollande también ha caído a su nivel más bajo, pero a nadie se le ocurre pedir que adelante las elecciones. Ha sido un año muy convulso y tenemos que dar otra oportunidad al doctor Morsi", aseguraba Ashraf Zakki, un ingeniero civil que no dudó en acercarse a la protesta. Decenas de tiendas de campaña establecidas en los jardines cercanos a la mezquita albergaron a miles de islamistas venidos de diferentes puntos de Egipto. "La oposición solo pretende obstaculizar nuestra recién nacida democracia. Su discurso se basa en el no, ¿Cuás es su proyecto político?", se preguntaba un joven llamado Hussam, que portaba, como otros muchos manifestantes, una barra de metal. "Pero es para defenderme, no para atacar a nadie", explicaba.
El día transcurrió entre el miedo y la tensión. "Nos esperamos lo peor. Estas protestas pueden desencadenar un estallido de violencia. Los dos lados estamos demasiado alterados", auguraba un grupo de jóvenes opositores que se había acercado al palacio presidencial. Ante la posibilidad de altercados violentos, el Ministerio de Sanidad ha establecido la máxima alerta en los hospitales.
la presidencia pide diálogo Mientras, la presidencia de Egipto destacó que "el diálogo es la única vía" para salir de la crisis que vive el país, escenario de multitudinarias manifestaciones que piden la renuncia del mandatario egipcio, Mohamed Mursi. El portavoz de la Presidencia, Ihab Fahmi, afirmó que Mursi está dispuesto a dialogar, ya que esa "es la única vía de conseguir un acuerdo nacional" que permita superar las diferencias. "No hay ninguna medida que tomar aparte del diálogo. No hay otra alternativa para llegar a una reconciliación nacional verdadera", subrayó Fahmi, aunque el frente opositor pidió a los ciudadanos que sigan manifestándose hasta lograr la renuncia de Mursi.