parís. Francia se convirtió ayer en el décimo cuarto país del mundo que permite los matrimonios entre personas del mismo sexo, después de que los diputados adoptaran de forma definitiva la ley que así lo autoriza, en medio de una gran tensión provocada por las protestas de miles de ciudadanos en las calles.

Así, la unión ya es posible en Holanda, Bélgica, España, Canadá, Sudáfrica, Noruega, Suecia, Portugal, Islandia, Argentina, Dinamarca, Uruguay, Nueva Zelanda, que lo aprobó la semana pasada y, desde ayer, también en Francia, donde, a menos que lo impida el Consejo Constitucional, las primeras bodas homosexuales podrán tener lugar en pocos meses. La primera se celebrará en Montpellier y contará con la presencia de destacadas figuras del Gobierno socialista.

La ley salió adelante con 331 votos a favor, esencialmente procedentes de los diputados de la izquierda que apoyan al Gobierno, frente a los 225 que se pronunciaron en contra.

La jornada, en la que el presidente de la Asamblea Nacional, Claude Bartolone, tuvo que desalojar la tribuna de invitados por los incidentes provocados, reflejó la tensión de las últimas semanas, cuando los opositores a la legalización multiplicaron sus manifestaciones.

Casi un millar de policías se desplegaron en torno a la Asamblea Nacional para evitar ataques, mientras partidarios y detractores de la ley se daban cita en dos manifestaciones separadas no lejos del lugar.

Durante semanas, Francia ha aparecido como un país dividido en dos por la grieta del matrimonio homosexual, que la derecha ha convertido en uno de sus principales puntos de oposición.

tensión en la calle La tensión política se ha trasladado a la calle, donde en los últimos días se ha vivido una creciente radicalización, con actos violentos, enfrentamientos con las fuerzas del orden y, según diversas asociaciones, un incremento de las acciones homófobas. El primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault, mostró ayer su confianza en que todo el país se congratule de haber dado paso a un nuevo derecho. "Hoy es un día histórico", afirmó la ministra francesa de Justicia, Christiane Taubira, madre intelectual del texto que considera como "el final de una discriminación". Al tiempo, muchos alcaldes conservadores han avisado que se negarán a casar a parejas del mismo sexo invocando la objeción de conciencia, mientras diputados de la derecha prometen acabar con la ley cuando vuelvan al poder.

La ley no recoge la posibilidad de las parejas de lesbianas de acudir a la fecundación artificial para tener hijos, una situación que el Gobierno pretende reglamentar conjuntamente para las parejas heterosexuales en una ley sobre la familia que será presentada próximamente.