ciudad del vaticano. "No abandono la Iglesia, es más, si Dios me pide esto es porque yo podré continuar sirviendo con las mismas condiciones y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora, pero de un modo más adecuado a mi edad y a mis fuerzas". Con estas palabras, un emocionado Benedicto XVI se despidió de cerca de 200.000 fieles que abarrotaron la Plaza de San Pedro para acompañarle en su último Ángelus y en una de sus últimas comparecencias públicas como Papa antes de que el próximo 28 de febrero por la tarde coja un helicóptero con destino a Castel Gandolfo y empiecen a correr los tiempos para elegir a un nuevo pontífice.

Bajo un cielo que amenazaba lluvia, banderas de países de todo el mundo y pancartas con mensajes de apoyo, la emoción y el respeto impregnó ayer la plaza de San Pedro en el Vaticano, abarrotada por decenas de miles de personas deseosas de atender el último Ángelus del papa Benedicto XVI.

A medida que avanzaba la mañana, las nubes que se acercaban amenazantes a la plaza de San Pedro eran cada vez más y los fieles no podían evitar lanzar furtivas miradas al cielo con la esperanza de que la lluvia no aguase la ceremonia.

En la tierra, sobre los adoquines de la plaza, miles de curiosos y peregrinos de nacionalidades de todo el mundo empezaban a abarrotar la plaza, inundándola de un ambiente festivo mientras tañían sus guitarras y entonaban cánticos en honor a un pontífice "honrado".

En estos términos se refirió una joven siciliana, Roberta Santigati, perteneciente al grupo juvenil católico Padre Pío que portaba una de las pancartas más grandes de las que llegaron durante toda la mañana al Vaticano con un curioso lema: Benedicto XVI de nuevo. Según este grupo de jóvenes y a pesar de respetar profundamente la decisión del pontífice de "no llevar la cruz hasta el final", lo perfecto sería que "Ratzinger se postulase de nuevo como cardenal y, en caso de volver a salir elegido, sería un signo inequívoco de la voluntad de Dios y de la misión pastoral que le ha sido encargada al pontífice alemán".

Del mismo modo, en el centro de la plaza, otro grupo de jóvenes entonaban cánticos muy rítmicos y alegres sentados en el suelo y dirigidos por la batuta de un hombre más mayor. Eran miembros de la asociación Comunión y Liberación, procedentes de todos los puntos de Italia, que habían llegado a San Pedro para despedirse de Benedicto XVI y que, según confesaron, "se sentían tranquilos por Ratzinger porque ahora era un hombre libre".

Poco a poco, lo que antes eran cánticos se fueron convirtiendo en el murmullo propio de las multitudes, el sonido que emana de las grandes reuniones en las que cada individuo comenta lo que le parece sumando su voz a la del resto y provocando, por lo tanto, el estruendo.

Puntual como de costumbre, a las doce del mediodía, la ventana del apartamento papal se abrió y por ella se asomó Benedicto XVI para bendecir a los asistentes y proceder con el Ángelus, lo que desencadenó una enorme ovación que el propio pontífice interrumpió con un sencillo "gracias".

oración y meditación "El Señor me ha llamado a subir al monte (Tabor) para dedicarme aún más a la oración y a la meditación, lo que haré de un modo más adecuado a mi edad y fuerzas. No abandono la Iglesia", fueron las frases que pronunció el papa y que lograron emocionar a los asistentes que, entre lágrimas muchos de ellos, rompieron en salves y aplausos. Las palabras del sucesor de Pedro fueron seguidas con gran atención por los congregados que, conscientes de la importancia de la ceremonia, no dudaron en grabarla con sus teléfonos móviles.

Benedicto XVI eligió para este segundo domingo de Cuaresma el pasaje del Evangelio sobre la Transfiguración del Señor del evangelista Lucas. En Cuaresma "aprendemos a dar su debido tiempo a la oración, tanto personal como comunitaria, que da aliento a nuestra vida espiritual", aseveró el Obispo de Roma. "La oración no es aislarse del mundo y de sus contradicciones, como en el monte Tabor hubiera querido hacer Pedro, pues la oración reconduce al camino, a la acción", aseveró. "La vida cristiana -que escribí en el Mensaje para la Cuaresma- consiste en un continuo subir a la montaña para encontrarse con Dios, para después descender llevando el amor y la fuerza con el fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios", agregó. Después saludó a los peregrinos en siete lenguas y se retiró a su aposentos.

El último Ángelus de Benedicto XVI estuvo lleno de emoción pero también de energía, de la pasión que aportaban los gritos de los jóvenes que se acercaron a la plaza para despedir a Ratzinger.

Era el caso de un grupo de chilenos que con banderas de su país no pararon de animar y de lanzar mensajes de apoyo al pontífice para "agradecerle su coherencia y su deseo de crear una iglesia mejor", según explicó Fernando Tapia, miembro de la Comunidad de Católicos de Chile.

La ventana del apartamento papal se cerró y los congregados fueron, poco a poco y en medio de grandes medidas de seguridad, abandonando la plaza mientras meditaban aún el discurso que el papa acababa de pronunciar.

"Ha sido muy emocionante sentirle en vivo, venimos desde Tierra Santa haciendo una peregrinación para escuchar a Benedicto XVI y me ha gustado escuchar su voz que, a pesar de que él diga que está mayor, aún suena fuerte", confesó emocionada la colombiana Cecilia Taborda.

El papa Benedicto XVI, después de su último Ángelus al frente de la Iglesia, publicó lo que algunos afirman que será su último tuit y en el que pudo leerse "en este momento particular os pido que recéis por mí y por la Iglesia confiando como siempre en la providencia de Dios".