BEIRUT. El muelle de Beirut se llenó ayer por la mañana de miles de personas para ver y escuchar la misa al aire libre que pronunció el Papa. Los libaneses no sucumbieron ni al calor sofocante ni a las grandes medidas de seguridad y se acercaron en masa a la explanada dominada por un gran escenario. Unos 350.000 fieles venidos de todo Líbano llegaron a Beirut a ver la ceremonia. Miles de personas lo acompañaron también en el recorrido realizado por las calles de Beirut en su Papamóvil. Benedicto XVI se dio un gran baño de multitudes como colofón a su visita oficial de tres días.
"Este es un día histórico. Después de un pasado lleno muertes y destrucción, Líbano muestra al mundo su presente y su coexistencia. La religión ha sido utilizada como una razón para la guerra, pero no es más que una excusa", comentaba un joven antes de la misa, visiblemente emocionado.
La ceremonia se realizó en árabe, francés, inglés y siriaco, el idioma litúrgico utilizado por los cristianos católicos maronitas. El Papa hizo un llamamiento claro a las autoridades de Oriente Medio: "Queridos hermanos y hermanas, rezo al Señor para dar a esta región de servidores de la paz y de la reconciliación, para que todos puedan vivir en paz y con dignidad", subrayó.
La paz entre diversos grupos y la convivencia entre las diferentes religiones han sido los temas centrales de su primera visita a Líbano en sus siete años de pontificado. Pero ayer en la misa, los allí congregados reivindicaron el papel de los cristianos en la región: "El Papa viene a corroborar nuestra existencia en una fase donde los cristianos estamos en un momento muy delicado", señalaba Mireille, completamente engalanada de banderas y gorras del Vaticano. Asimismo, el Papa apeló a los cristianos a no abandonar la región.
política y religión La misa fue el último gran acto antes de volver a Roma y Joseph Ratzinger hizo especial hincapié en la idea de preservar la libertad religiosa y apoyar a los que están sufriendo: "El fundamentalismo religioso es una falsificación de la religión", criticó en su discurso del sábado.
El Papa no pasó por alto el conflicto de Siria, pero sus menciones fueron bastante abstractas. La mayor crítica la hizo el viernes cuando señaló que la venta de armas era "un pecado". El sábado mencionó el sufrimiento de los sirios y dijo que los recordaba siempre en sus plegarias.
Durante sus tres días de visita, Benedicto XVI se reunió con todas las facciones políticas y religiosas de Líbano, que se encuentran muy divididas sobre el conflicto sirio. Los grupos políticos correspondieron al Papa con una llamada a la calma mientras se sucediera la visita. Hizbolá, que ha organizado hoy a una manifestación en Beirut en contra de las ofensas a Mahoma por la película Innocence of Muslims, llamó a sus fieles a dar la bienvenida y a seguir al Papa.
Aunque el Vaticano reiteró que Benedicto XVI no venía a Líbano como líder político, la guerra que desangra a Siria y la crisis de las embajadas de los Estados Unidos han dejado un sabor marcadamente político a su visita. Durante la misa, muchos fieles confiaban en que sus palabras sirvieran para calmar la situación de la región: "El mensaje de que todos tenemos que vivir juntos servirá para abrir los ojos de la gente", pensaba una siria cristiana llamada Amira. Otros, sin embargo, se mostraban más escépticos. "No traerá ningún cambio político, no nos engañemos", señalaba un grupo de jóvenes allí congregados.
A última hora de la tarde, Benedicto XVI se despidió de Líbano. En el aeropuerto internacional Rafic Hariri de Beirut, agradeció a los libaneses su acogida, en especial "el entusiasmo" de los jóvenes, y dirigiéndose a los musulmanes afirmó: "Vuestra presencia contribuyó al éxito de mi visita". Joseph Ratzinger se congratuló por la diversidad religiosa del Líbano -donde conviven cristianos, suníes, chiíes y drusos- y señaló que los puntos fuertes de su visita fueron la firma de la Exhortación Postsinodal (documento final) del Sínodo de Obispos para Oriente Medio y el encuentro con la juventud. "Este encuentro me permitió rezar por ellos y por todo el Líbano. Estoy contento de estar en el país de los Cedros, que está siempre presente en la casa de Dios. Espero que sus ciudadanos continúen viviendo en armonía para que haya un mundo mejor", subrayó el santo padre. Al aeropuerto acudieron las autoridades libanesas, entre ellas el presidente Michel Suleiman y los dirigentes religiosos, que uno por uno se despidieron del sumo pontífice.
aniversario significativo El último día de la visita del Papa coincidió con una fecha muy significativa en la historia de Líbano, ya que se cumplía el 30 aniversario de las masacres perpetradas en los campos de refugiados de Sabra y Shatila, en Beirut, durante la guerra civil que golpeó el país.
Del 16 al 18 de septiembre de 1982 milicias falangistas cristianas, sustentadas por el ejercito Israelí entraron en los dos campos de refugiados y mataron cerca de 2000 palestinos, según los datos ofrecidos por la Cruz Roja. La masacre se consideró una "venganza" por la muerte del Bashir Gemayel, líder cristiano maronita y recién elegido presidente de Líbano, que era aliado de Israel. Ni Israel, que en aquella época ocupaba la parte oeste de Beirut, ni las milicias falangistas reconocieron nunca su responsabilidad y los autores de la masacre no han sido juzgados.
Los refugiados palestinos, que sufren una marcada discriminación legal, política y económica en Líbano, recordaron la masacre pidiendo justicia a la comunidad internacional: "Queremos enseñar a nuestros hijos lo que pasó, pero también recordar al mundo que los responsables no han sido juzgados", subrayó Hisham, un palestino superviviente de la masacre. Durante la misa, el Papa no hizo mención al aniversario de la masacre. Ni tan siquiera los principales medios de comunicación libaneses se refirieron a ella.