Mohamed Mursi consiguió ayer llevar a los Hermanos Musulmanes a la presidencia de Egipto, 84 años después de la fundación de la cofradía islamista, gracias a la todopoderosa maquinaria del grupo y a su larga, tenaz y organizada oposición al régimen del depuesto Hosni Mubarak. Para compensar su falta de atractivo personal y sabedor de que el islamismo está fuertemente arraigado en este país conservador, Mursi ha instado en los últimos días a liberales y revolucionarios a unirse para preservar los valores de la revolución frente a los fulul -remanente del antiguo régimen-.
Presidente del Partido Libertad y Justicia (PLJ), afín a la Hermandad, tiene como principal credencial una larga trayectoria en esta organización, ilegal durante más de medio siglo y muy implantada en los barrios populares. Siempre inicia sus alocuciones con la fatiha, la fórmula que abre el Corán, y con la que se subraya la importancia y solidez de un testimonio. Mursi también hace continuas referencias a la sharía y a su proyecto de nahda, un renacimiento islámico que abarque todos los ámbitos, para Egipto. Con sus maneras sencillas, este hombre tímido de escasa estatura entró de carambola en la carrera presidencial tras la descalificación del primer candidato de los Hermanos Musulmanes, Jairat al Shater, inhabilitado por haber estado preso.
Nacido el 20 de agosto de 1951 en el seno de una familia de clase media en el pueblo de Al Adwa, en el delta del Nilo, Mursi desarrolló una carrera brillante dentro de la Hermandad, que transcurrió en paralelo a la de ingeniero. Entre 1985 y 2010 fue jefe del departamento de Ingeniería de la Universidad de Zagazig, adonde regresó después de haber trabajado durante tres años como profesor universitario en el estado de California.
A finales de los setenta, empezó a sentirse atraído por la ideología de los Hermanos Musulmanes y en 1979 se afilió al grupo, donde inició su labor en el departamento religioso. Poco a poco fue escalando puestos hasta que en 1995 se convirtió en miembro de su Consejo Consultivo. Desde 1995 hasta 2005, fue diputado en el Parlamento y portavoz oficioso de los Hermanos Musulmanes en la Cámara, ya que durante el régimen de Mubarak la organización era ilegal y presentaba a sus candidatos como independientes. En 2005, Mursi perdió su asiento y un año después fue encarcelado por apoyar las manifestaciones de jueces reformistas que denunciaron el fraude. El destino de Mursi está unido al de la Hermandad en el Egipto post Mubarak, donde tendrá que demostrar su habilidad para lidiar con la poderosa Junta Militar y contribuir a culminar la transición política.