ane irazabal
Si hay una palabra repetida entre los cristianos de Egipto, esa es el miedo. Ante la elección de un nuevo presidente, los coptos temen por una educación islamizada, por ver iglesias cerradas o por una nueva Constitución que los excluya de los círculos de poder.
Muchas miradas están puestas en los ocho millones de cristianos egipcios durante los días previos a la segunda vuelta de los comicios. Los dos candidatos presidenciales, el último primer ministro de Hosni Mubarak Ahmed Shafik y el hermano musulmán Mohamed Morsi, se afanan en atraer "el voto copto" en una campaña electoral que cada día se muestra más turbia.
De momento, Shafik gana la batalla, mientras ensalza su perfil más laico y subraya que abogará por defender los derechos de todo los ciudadanos. Morsi, sin embargo, prefiere hablar de protección. "Los Hermanos Musulmanes están intentando atraer nuestro voto diciendo que cuidarán de nosotros, pero protegernos no significa hacernos ciudadanos de pleno derecho", subraya Sarah, una joven cristiana que frecuenta la iglesia de San Jorge en El Cairo.
Shafik, un político de marcado perfil militar, fue también el preferido de los cristianos en la primera vuelta. Un 85% de los coptos votó al último primer ministro de la era Mubarak, mientras que el 15% se decantó principalmente por el candidato liberal Hamdeen Sabahi. Las críticas a la comunidad cristiana no tardaron en llegar y los coptos fueron acusados de haber "traicionado la revolución".
El conocido bloguero Sandmonkey, Mahmoud Salem, es uno de los revolucionarios que ha salido en defensa de los coptos y ha llamado tanto a la reflexión como a la autocrítica: "De todos los diferentes segmentos de la sociedad, los cristianos coptos son los que más han sufrido debido a esta revolución. En lugar de obtener uno de los principales y explícitos objetivos de las protestas, es decir, el fin del sectarismo y de los prejuicios sociales contra los coptos, los revolucionarios parecían más interesados en la liberación de todos los presos políticos de la era Mubarak. Aunque la mayoría de los presos no son terroristas, muchos de ellos han cometido, planeado o participado en actos sectarios y casi todos ellos no comparten sentimientos de buena voluntad hacia la población copta de Egipto". Muchos cristianos se sienten abandonados por los movimientos revolucionarios y denuncian que sus voces han sido silenciadas por nuevas corrientes extremistas. Reinstaurar la seguridad en las calles se ha vuelto su mayor prioridad. Para Jayson Casper, investigador especializado en estudios islámicos, hay un discurso que se repite una y otra vez dentro de la comunidad copta: "Creen que Shafik es un buen administrador y que traerá estabilidad al país. Argumentan que el antiguo régimen ha muerto y que no volverá a establecerse. Para la mayoría de los cristianos, Shafik será capaz de gobernar un estado laico entendiendo las nuevas realidades".
Pero según Casper, las minorías no tendrían por qué temer a los Hermanos Musulmanes, por lo menos al principio. "Son muy pragmáticos y no harán ninguna locura -reflexiona-; el problema es que no han especificado qué tipo de sociedad quieren construir. El miedo de los coptos se fundamenta en que no saben si sería un sistema igualitario o un modelo islámico en el que los cristianos tendrían sus derechos mientras aceptaran un rol inferior dentro de la sociedad". Mathias Nassr es un sacerdote y activista copto que trabaja con los recolectores de basura, principalmente cristianos, en los suburbios de la capital egipcia. "La redacción de una nueva Constitución justa y equilibrada es más importante que elegir al nuevo presidente", subraya este activista. Para Nassr, las reivindicaciones de los coptos son las mismas que las de cualquier otro ciudadano. "Como ya pedimos el año pasado en Tahrir, queremos un país tolerante y demócrata", añade.