erika jara

El régimen sirio vive por primera vez un intento de presión seria contra él. La comunidad internacional apoyó la amenaza de la Liga Árabe de suspender a Siria de la organización sino permite la entrada de observadores internacionales y detiene la brutal represión contra los manifestantes. Turquía, aliado tradicional de Siria, ha comenzado a darse cuenta de que quizá ha invertido en un socio poco rentable, y en los últimos días ha endurecido sus palabras contra el régimen y amenazado con cortar el suministro eléctrico a Siria. Además, acoge desde hace un tiempo al Ejército sirio libre, que clama haber destruido una central de inteligencia aérea y alcanzar ayer con un cohete el edificio del partido Baaz en el centro de Damasco, aunque el régimen de damasco niega que ayer se produjera algún ataque contra la sede del partido.

Si bien la Liga Árabe aún sigue pensando en una respuesta a la negativa del régimen de Assad a poner fin a la represión violenta y a aceptar el acceso de observadores, también es cierto que no hay vuelta atrás y a partir de ahora la Liga Árabe solo puede dar pasos hacia delante. Las razones que los analistas esgrimen para explicar este giro van desde el miedo de los países árabes a que la inestabilidad se contagie en la región hasta el interés de las potencias occidentales en romper el triángulo de poder Irán-Siria-Hezbollá. La presión al programa nuclear iraní no está dando grandes resultados y, ante la imposibilidad de atacar Irán, Occidente podría haber decidido empujar a la Liga Árabe a tomar medidas sobre Siria. Occidente sabe que cuenta con el apoyo de Arabia Saudí, que teme que Irán se consolide como líder de la región y que apoyaría firmemente la restitución del poder suní en Damasco.

Mientras tanto, la oposición siria se ha ido reestructurando y consolidando. El Consejo Nacional Sirio (CNS) ha emergido recientemente como el único grupo opositor que ha recibido el apoyo de los Comités de Coordinación Locales, un grupo que dice unir cerca de 120 comités de coordinación más pequeños en toda Siria. La razón parece ser que, al contrario que otros consejos, al menos la mitad de los componentes del CNS se encuentran en el interior de Siria, todas las minorías están suficientemente representadas y se niegan a mantener contacto con el régimen. Precisamente, la plataforma opositora hizo público ayer su programa político, en el que destaca como principal objetivo el establecimiento de un Estado democrático, plural y civil.

sin confianza "Nadie se cree ya que este gobierno vaya a hacer reformas después de haber matado a 4.000 ciudadanos. El futuro no se puede construir sobre los cadáveres del pueblo", afirma Bassam Ishak, miembro del CNS refugiado en El Cairo. A este respecto, el bloggero sirio Rami Jarrah señala que "aún existen 8.000 desaparecidos. La mayoría fueron arrestados, y los servicios de seguridad aseguran que no los tienen, así que asumimos que han sido torturados hasta la muerte". Sin embargo, tampoco contemplan una intervención militar internacional, similar a la de Libia, como una opción. "Queremos la protección de los civiles mediante la observación de organizaciones de Naciones Unidas o humanitarias sobre el terreno y el acceso de periodistas independientes; esto podría ayudar a levantar el estado de sitio en lugares como Deraa y ahogar al régimen hasta que sus recursos diplomáticos y políticos se acaben", propone Yaber Shufi, miembro del comité central del CNS.

Rami Jarrah ve la intervención como inevitable: "Preferiría que no se hiciera, pero es cierto que el régimen no va a parar de matar manifestantes, y si se ve acorralado y no tiene nada que perder, provocará un baño de sangre". Los miembros del CNS confían más en las sanciones económicas internacionales, obstaculizadas hasta ahora por el veto ruso. Según Yaber Shufi, "Assad apoyó a Rusia en Georgia; Moscú mantiene una base naval en la ciudad siria de Tartus; y, además, los dos comparten un programa de armamento que, en caso de romperse, causaría para Rusia unas pérdidas por las que pediría compensación". Sin embargo, "no dudo en que en cuanto Rusia se vea aislada cambiará de postura". En todo caso, no está claro cómo estas sanciones podrían afectar a otros actores no deseados, pues Siria es suministrador de recursos naturales a Líbano y un país de tránsito para las exportaciones e importaciones turcas e iraquíes. El régimen ha intentado dar muestras de buena voluntad liberando a 500 prisioneros y permitir la entrada de 80 periodistas internacionales, pero la concesión se ha visto eclipsada por los más de 100 civiles muertos a manos de las fuerzas de seguridad sirias durante la pasada semana. Las condiciones que Damasco exigía para permitir la entrada de observadores, como que estos pertenezcan a la Liga Árabe en su totalidad, han sido rechazadas por la organización árabe y la represión brutal del régimen continúa. "Es solo un intento de ganar tiempo", explica Rami Jarrrah. "Los activistas nos comunican que el régimen está volviendo a pintar todo, tapando los agujeros de balas en las paredes y escondiendo las casas destruidas con vistas a la visita de la Liga Árabe".

Ejército libre de siria Está compuesto en su mayoría por soldados que cumplen el servicio obligatorio y oficiales de bajo y medio rango; esto es debido que a aquellos que ocupan los puestos más altos en el ejército sirio son alawitas, en un intento por parte del gobierno de evitar la división entre sus filas. Al mando del coronel Riad al Asaad, este ejército posee una base de operaciones al sur de Turquía, donde se encuentran los campos de refugiados. "Los soldados rodean a los manifestantes, siempre vestidos de uniforme para dejar claro que son soldados, y cuando ven llegar a las fuerzas de seguridad con intención de atacar a los manifestantes, disparan", explica Rami Jarrah.