bruselas. Cuando un volcán entra en erupción, los gases que contiene el magma pueden expandirse o fragmentarse y las partículas milimétricas de roca surgidas tras la explosión se precipitan a la atmósfera, donde son transportadas por el viento. Si el volcán se encuentra situado bajo un glaciar, como el Grimsvötn, que está bajo el glaciar Vatnajoekull, el más grande de Europa, la explosión adquiere más intensidad y la columna de cenizas alcanza mayor altura, debido a la conversión en vapor del agua.

La densidad de la nube volcánica y el comportamiento de los vientos son determinantes en la diseminación de las cenizas. Si la nube es muy densa las cenizas caen antes a tierra, mientras que el viento puede transportar a grandes distancias nubes más livianas.

La situación creada por la erupción en abril de 2010 del volcán Eyjafjalla impulsó a la UE y a la Organización de Aviación Civil Internacional a adoptar medidas para mejorar la gestión de los riesgos para la aviación que conlleva la actividad volcánica. La UE decidió modificar la normativa fijada por la Organización Internacional de Aviación Civil que obligaba a permanecer en tierra a los aviones si había ceniza en áreas de vuelo y acordó que las aeronaves puedan volar si la concentración de ceniza no sobrepasa el límite de 0,004 gramos por metro cúbico de aire.

Además, Bruselas creó una célula europea de coordinación en caso de crisis y acordó acelerar la materialización del cielo único europeo.

El pasado 14 de abril, aerolíneas y autoridades simularon la erupción de un volcán, precisamente el Grimsvötn, con el objetivo de elaborar un nuevo protocolo de seguridad y actuación, al que dará el visto bueno la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).

El objetivo es mejorar la detección y el pronóstico de los movimientos de las nubes volcánicas y establecer los niveles de concentración de cenizas en los que es seguro volar en un espacio aéreo contaminado.