una de las cosas que más llaman la atención en el norte de Irlanda son las decenas de turistas que se acercan cada día a observar los símbolos del conflicto; monumentos, murales y muros -oficialmente denominados líneas de la paz- son fotografiados cada día. Este hecho revela que el reto de poner punto final a los problemas sectarios en Irlanda del Norte mantiene plena vigencia, pero a su vez, la gran afluencia de turistas demuestra los avances realizados en el camino hacia la normalización en el contexto del proceso de paz, ya que antes de su firma en 1998 ni un solo turista se acercaba a estas zonas castigadas por un conflicto armado que dejó cerca de 3.500 muertos en cuatro décadas.

Precisamente para ahondar en esta línea, el jueves de la semana pasada los norirlandeses revalidaron el marco del proceso de paz votando mayoritariamente a los dos socios de Gobierno, los unionistas del DUP, que han resultado primera fuerza, y los republicanos y nacionalistas del Sinn Fein. Según indica uno de los ejes del acuerdo de paz, la lista más votada está obligada a gobernar bajo consenso con el partido mayoritario de la otra comunidad, por lo que los líderes de cada lado de los muros compartirán Gobierno cuatro años más.

Los vencedores de los comicios han sido los unionistas del DUP, cuyo líder histórico ha sido el reverendo protestante Ian Paisley. A pesar de que en su día se negó a firmar el acuerdo de paz, el DUP ha centrado su discurso y en esta ocasión ha vuelto a incrementar su porcentaje de votos en un 0,3%, por lo que dispondrá de 38 escaños en la Asamblea norirlandesa, dos más que en la anterior legislatura.

El progresivo crecimiento del partido ahora liderado por Peter Robinson se debe a costa de la bajada del UUP, que históricamente ha sido la lista más votada en las áreas protestantes y en estas elecciones ha sufrido una bajada de dos escaños al obtener un total de 16. Muestra del enfado y la radicalización de este partido, este fin de semana su líder Tom Elliot atacó con dureza la bandera irlandesa y tildó al Sinn Fein de "escoria". No esperaba unos resultados tan escasos después de la bajada que sufrió el año pasado el DUP al perder un escaño en Londres a causa de una escisión en el seno del partido y los escándalos sexuales de la esposa de su presidente, Peter Robinson. El Sinn Fein, aunque ha visto reducido levemente su porcentaje de voto (un 0,03%), ha sumado un escaño. Finalmente, la formación que lidera Gerry Adams no ha sido la lista más votada, una posibilidad a la que apuntaron algunos medios en la campaña electoral y que desató la ira en los sectores unionistas, quienes han pasado más de media campaña elucubrando para evitar esa hipótesis. Tal y como ocurre con el DUP y el UUP, los votos del SDLP se están traspasando progresivamente al Sinn Fein. La campaña del partido que históricamente lideró John Hume y que ostentaba la hegemonía en las áreas católicas antes del proceso de paz, se ha centrado, al igual que la del UUP, en criticar al Gobierno del que forman parte, una estrategia que parece no haber cuajado, al haber perdido dos de los 16 escaños que obtuvieron en la pasada legislatura.

Aparte del DUP y el Sinn Fein, otro de los vencedores de los comicios ha sido Alliance. El partido liberal formado por católicos y protestantes ha sido quien ha aumentado en mayor medida su porcentaje de votos, un 2,5%, aunque sólo ha podido subir un escaño, de siete a ocho.

Ningún partido a la izquierda del Sinn Fein ha logrado entrar en Stormont, aunque el grupo People before profit, que vio incrementado su peso también en las elecciones del sur, ha estado cerca de obtener un escaño. Queda por conocer el resultado de estos pequeños partidos en los ayuntamientos, resultados que se darán a conocer hoy y ante los cuales tampoco parece que vaya a haber cambios sustanciales.

histórica abstención La nota negativa de la jornada electoral la marcó la abstención, la más alta desde 1998. La participación ascendió al escaso porcentaje de 55,5%, siendo más bajo todavía en las áreas unionistas. De hecho, la apatía de los electores ha sido uno de los temas más destacados en los medios. Y es que en estas elecciones no ha habido mucho en juego más allá de consolidar el proceso de paz que sufrió una infinidad de altibajos desde 1998 hasta 2006, cuando el Sinn Fein aceptó el PSNI, el servicio de policía del Irlanda del Norte, y se puso en marcha una nueva dinámica que ha superado una primera fase con la celebración de estas elecciones que han puesto punto final a la primera legislatura completa.

Lo que más ha estado en juego ha sido el baile en el número de escaños que pueda provocar un cambio en el poder de los ministerios, ahora en manos de cinco partidos, el UUP, SDLP y Alliance, además del DUP y el Sinn Fein. Hasta el momento, lo único que se conoce es que el DUP escogerá como primera opción el ministerio de Finanzas y el Sinn Fein podría escoger el de Empresa. Además, el primer ministro seguirá siendo Peter Robinson y el cargo de viceprimer ministro recaerá una vez más en el ex comandante del IRA y número dos del Sinn Fein Martin McGuinness.

la crisis y la paz El nuevo Gobierno, para cuya formación ya han arrancado las negociaciones, deberá lidiar con los problemas históricos del norte de la isla, a los que se le ha añadido la crisis económica global y el hundimiento del sistema financiero en la República de Irlanda, algo que no parece que vaya a dar aliento al desarrollo de proyectos en el norte, donde se han sufrido tradicionalmente las mayores tasas de desempleo. Para afrontar el retroceso económico, tanto el DUP como el Sinn Fein plantean reducir el impuesto de sociedades en el norte y equipararlo al del sur.

Así, además de defender la permanencia de los seis condados del Ulster dentro de Reino Unido, los líderes de los dos partidos mayoritarios deberán hacer frente a los recortes de gasto, en su mayoría impuestos desde el gabinete conservador de David Cameron en Londres, y que ascienden a cerca de cuatro billones de euros. Asimismo, a medio plazo la crisis económica podría retrasar la aplicación de los acuerdos de San Andrés, que suponen el desarrollo de los acuerdos de Viernes Santo y marcan la hoja de ruta para incrementar la autonomía de Irlanda del Norte.