GINEBRA. La suerte de un hombre que cultivaba marihuana -acusado por unos de ser un traficante y defendido por quienes le consideran un idealista incomprendido-, que se encuentra en prisión, donde mantiene una huelga de hambre desde hace 114 días, tiene en vilo a Suiza y ha generado una movilización internacional.
Bernard Rappaz, de 57 años y un ecologista que cultivaba marihuana que comercializaba en productos como infusiones, fue condenado por un tribunal a 5 años y 8 meses de prisión firme por violación grave de la ley sobre estupefacientes, una pena que considera injusta y que le ha llevado a la huelga de hambre para expresar su protesta.
Sus defensores, que reclaman a la Justicia la suspensión de la pena, afirman que Rappaz es la víctima de un sistema que sanciona "la diferencia" y la "marginalidad" y acusan de "hipocresía" a la sociedad suiza, al ensañarse con este personaje mientras que el país es presa "de las mafias de la droga".
Así lo señaló el ex presidente del Partido Socialista suizo, Christian Brunier, quien dijo que es conocido que, por ejemplo, en Ginebra y sus alrededores "se encuentra la cocaína más pura de Europa" y "eso no se debe a Bernard Rappaz, sino al fuerte poder adquisitivo" de una parte de sus habitantes.
"Las mafias de Europa oriental, de Rusia y Kosovo están enquistadas en Suiza, en el tráfico de droga, la prostitución y otras actividades", sostuvo.
En el mismo sentido, el parlamentario Jean-Charles Rielle recordó que "en Suiza se encuentra droga a un precio sin competencia, en cualquier lugar y a toda hora del día o la noche" y sostuvo que en la práctica la "liberalización" de la droga es un hecho para los traficantes.
Rappaz plantaba marihuana desde principios de los setenta a título privado y desde 1993 lo hacía con fines comerciales, entre otros para la producción de infusiones y aceite.
Después de un largo proceso, un tribunal de Valais (su cantón de origen y domicilio) le condenó a pena de cárcel, sin posibilidad de libertad bajo fianza, una sentencia que ha causado indignación en un sector de la izquierda suiza e incluso le ha hecho ganar simpatías desde otros países.
Brunier explicó que la pena impuesta al cultivador de marihuana es de una severidad "inaceptable" y, como comparación, explicó que incluso quienes ejercen violencia conyugal, cometen delitos financieros ("que pueden dejar a miles de personas en el desamparo"), perpetran un crimen pasional, e incluso los violadores, son condenados a penas más suaves.
"Si mañana empezáramos a perseguir a todos los que consumen marihuana, cuántas prisiones necesitaríamos", se preguntó el político.
Este caso ha movilizado a varias personalidades, incluidos el ex relator de la ONU sobre la Alimentación y figura de la izquierda suiza, Jean Ziegler; al reconocido político alemán y diputado europeo, Daniel Cohn Bendit; y al sindicalista agrícola francés José Bové, quienes han lanzado un llamamiento titulado "Rappaz no debe morir".
Esa petición ha circulado a nivel internacional y ha sido respaldada por cientos de firmas, incluidas las de expertos de centros de investigación sobre la marihuana en distintas partes del mundo.
El abogado de Rappaz ha llevado su caso ante la Corte Europea de Derechos Humanos en Estrasburgo (Francia), luego de que el Tribunal Federal de Suiza rechazara la semana pasada la petición para que su cliente fuese absuelto y con la alegación de que no está en condiciones para purgar su pena.
A principios de noviembre, la Justicia ordenó a los médicos que alimenaran al detenido por la fuerza, a lo que el cuerpo médico en su conjunto se negó señalando que no podía actuar en contra de la voluntad de Rappaz y que, incluso si quisiese, sería un acto de una violencia inaceptable.
Al acercarse a su cuarto mes de huelga de hambre, Rappaz ha perdido 35 kilos y, aunque toma pequeñas dosis de azúcar y sal, así como alguna vitamina (con el fin de evitar secuelas, como la pérdida de la vista), su entorno teme de que sus fuerzas cedan del todo y muera en cualquier momento si la Justicia no se rectifica.