La renovación del GLE, el SUV de talla intermedia equiparable al Clase E, demuestra que la ambición de Mercedes-Benz no conoce límites. El todoterreno medio de la estrella, que en cualquier otra marca sería el modelo cumbre, se reinventa dando un recital de diseño y una clase magistral de tecnología. El único inconveniente es que muchos de sus sofisticados y eficaces recursos se proponen como equipamiento opcional, por lo que disfrutar de ellos engrosa la ya contundente factura inicial, entre 67.500 y 85.300 euros. El GLE está disponible con tres motorizaciones diésel consecutivas (245, 272 y 330 CV) y con una a gasolina provista de microhibridación (367 CV) que merece la etiqueta medioambiental ‘ECO’.
La entrega actual del GLE, que lleva a la venta desde primavera, depara un SUV imponente, aunque no intimidante. El mérito corresponde a los nuevos códigos estéticos aplicados por la marca alemana, que logran transformar la corpulencia en elocuencia, o lo que es igual, en capacidad de seducción. Así, lo que corría el riesgo de acabar siendo un mastodonte 4x4 de cinco metros y dos toneladas largas es, en realidad, un fornido pero esbelto y refinado atleta, un cómplice perfecto para misiones familiares en ciudad y carretera.
Nadie lo diría a primera vista, pero la entrega contemporánea se ha espigado sensiblemente respecto a la anterior. Añade 10,5 centímetros a su eslora para alcanzar los 4,92 metros y 1,2 a la manga (1,94 m.); la altura, en cambio, cede 2,4. Esa hechura más estilizada confiere al conjunto una estampa más fluida y procura un coeficiente aerodinámico inusitadamente bajo para un SUV (Cx de 0,29).
El incremento de la longitud se materializa entre ejes, con lo que la batalla gana 8 centímetros. El beneficio resulta evidente para los ocupantes del vehículo, que disfrutan de una cabina confortable, holgada y, por supuesto, bien resuelta. El GLE contemporáneo pierde algo de volumen de carga (ofrece 630 litros frente a los 690 anteriores), pero añade la posibilidad de deslizar longitudinalmente la banqueta de la segunda fila, sacrificando así el espacio para las piernas con el fin de ampliar su cabida (825 litros). Por primera vez en el modelo, el fabricante ha decidido plantear una variante con una tercera línea de asientos adicionales, encastrable en el piso del maletero. El coste de este complemento opcional supera los tres mil euros.
Mercedes-Benz impulsa el GLE con cuatro motorizaciones. El menú escalona tres unidades turbodiésel y una a gasolina. Abre el primer apartado la versión 300d, con motor de cuatro cilindros y dos litros de 242 CV; continúa con las 350d y 400d, que comparten bloque de seis cilindros con tres litros y rinden 272 y 330 CV. Sus buenos registros de consumos y emisiones los facultan ya para superar las exigencias de la norma Euro 6d, que entrará en vigor el próximo 1 de enero.
El repertorio se completa con la versión 450, que equipa otra mecánica de seis cilindros, esta vez de gasolina y con hibridación suave. Su particularidad es que instala un segundo impulsor eléctrico de 22 CV denominado EQ Boost, al que alimenta un sistema de 48 voltios, cuyo cometido es hacer las veces de motor de arranque, alternador y apoyo al motor térmico en las aceleraciones. Su aportación mitiga los niveles de gasto y contaminación, haciéndolo acreedor a la consideración de vehículo ‘ECO’.
Todas las motorizaciones del GLE van asociadas a transmisión automática 9G-Tronic y a tracción integral 4Matic. En las versiones superiores, dicho dispositivo incluye una regulación electrónica que permite un más eficaz reparto de la energía entre ambos ejes (hasta 100% en uno y 0 en otro). Este sistema confiere aún mayores capacidades todoterreno y propicia franquear casi cualquier dificultad orográfica.