lA biografía del Golf se podría titular 'La rutina perfecta'. Durante décadas Volkswagen se ha empeñado en perseguir la excelencia reconsiderando siete veces este compacto deportivo, longevo proyecto que ha encandilado a varias generaciones. La casa alemana sigue marcando el mismo compás y cumpliendo meticulosamente los plazos. El último pone en el mercado una interpretación R de la remesa contemporánea con la que el modelo imparte una lección magistral de discreta, dócil y eficiente deportividad. El Golf R no es una peligrosa bomba de relojería, ni mucho menos un petardo. Es un aparato de precisión que desata 300 purasangres perfectamente amaestrados y reclama a cambio 39.230 euros (41.420 con caja automática DSG); no hay un rival tan potente que cueste menos.

La propuesta más rotunda y pasional del repertorio VW prospera mucho en esta edición. Para empezar, la aportación del nuevo propulsor TSI 2.0 dispara su rendimiento hasta los 300 CV, 30 más que antes. Ese progreso no beneficia únicamente a las prestaciones, que ascienden de manera fulgurante. Lo verdaderamente meritorio y sorprendente es que dicho avance resulta compatible con una sustancial reducción en los niveles oficiales de gasto y emisiones.

El nuevo Golf R es capaz de volar bajo en una autopista alemana, pero también de emular los consumos de cualquier utilitario actual e igualar su moderado impacto ambiental. Por otro lado, la inclusión de un sistema de tracción integral 4Motion optimizado procura un plus de agilidad y eficacia a las evoluciones del vehículo.

En consecuencia, esta es una propuesta de onda corta pero de alta resonancia. Se trata del nuevo referente de una gama en la que hay versiones para todos los gustos y para casi todos los bolsillos. La R tocará la fibra sensible de los entendidos más solventes, que se encontrarán una máquina poderosa casi infalible. Que no esperen violentos golpes del respaldo al acelerar ni un tacto se suspensión férreo (ofrece opción de sistema adaptativo), sino una progresión tan perfecta como su capacidad de frenada, una magnífica direccionalidad y un aplomo ejemplar para conseguir un fulminante paso de curva. A todo ello contribuye el completo paquete de ayudas electrónicas a la conducción que trae de fábrica.

En el uso cotidiano, esta variante del Golf apenas se distingue de las otras más convencionales y sosegadas. Hasta el ojo menos experto la reconoce gracias su menor altura de chasis (rebajada 2 centímetros) así como por la presencia de paragolpes estribos y llantas de aleación (de 18 o 19 pulgadas) específicos; lleva además faros bi-xenón en forma de doble 'U' con iluminación diurna LED, pilotos traseros oscuros también de diodos y escape doble con cuatro salidas cromadas. La cabina enriquece su puesta en escena revistiendo de cuero y Alcántara los asientos traseros y las excelentes butacas anatómicas delanteras. Como cabe esperar, las dotaciones de confort y seguridad dan la réplica oportuna al completo bagaje tecnológico que embarca el Golf R.