Citroën reinterpreta la receta del Mitsubishi ASX para cocinar el C4 Aircross. La marca francesa de las espigas lo guisa, con la esperanza de que el mercado europeo se lo coma; a tal fin lo sazona al gusto occidental. El recién llegado es un modelo ligero y relativamente asequible (se deja querer por menos de veinte mil euros) que aterriza dispuesto a zamparse el trozo de la tarta que acapara el Nissan Qashqai. La nueva propuesta multiusos con talante de boyscout tendrá a final de año un rival gemelo en la figura del Peugeot 4008.

Los inquilinos de los grandes despachos suelen rubricar acuerdos de colaboración entre compañías para el intercambio de tecnología. Mitsubishi y el grupo PSA suscribieron tiempo atrás uno de estos compromisos, en virtud del cual la casa japonesa dispone de mecánicas diésel europeas y las firmas francesas aprovechan la experiencia de su aliado en el ámbito 4x4. Los primeros frutos occidentales de esta colaboración fueron el Citroën C-Crosser y el Peugeot 4007, recreaciones del Outlander. El siguiente capítulo de esa línea de trabajo transversal contiene otras dos réplicas, esta vez del compacto nipón ASX: C4 Aircross y Peugeot 4008.

A juzgar por las sensaciones que transmite la primera de ellas, recién estrenada por la marca de los galones, esta vez los europeos se lo han tomado algo más en serio. Si en la ocasión anterior la conversión parecía un intento apresurado de transformar el sushi en foie gras o de servir sake en copa de coñac, ahora el resultado es bastante más convincente. Todo es cuestión de gustos, pero no se puede negar que del ASX al Aircross media una considerable y satisfactoria transformación. En esta segunda cocción del guiso intervienen algunos ingredientes distintos, con lo que cambia el sabor final. Citroën aumenta las proporciones y redondea el diseño, aunque no termina de conferir su toque final a la cabina del modelo, asimilado sin motivo alguno a la gama C4.

El desenlace del proyecto descubre un automóvil de proporciones contenidas (ocupa 4,34 metros de largo, 1,80 de ancho y 1,63 de alto) con grata planta de SUV y correctos modales. Es, por tanto, un candidato idóneo para ese sector de la clientela fascinado por la estética sutilmente campera de los crossover, pero que en realidad no necesita otras cualidades que las que brinda un turismo convencional. No obstante, este vehículo para la familia (tiene cinco plazas y 442 litros de maletero) demuestra una cierta desenvoltura fuera del pavimento.

4x2 y 4x4 A las versiones con tracción delantera, más asequibles que eficientes sobre piso deslizante, el fabricante agrega variantes 4x4, más resolutivas y costosas. Emplean un sistema integral de los con-siderados inteligentes que plantea tres modos de respuesta en una ruleta situada en la consola: 2WD para avanzar arrastrado por las ruedas delanteras, 4WD para dejar que la electrónica dosifique a la carta la energía entre ambos ejes y Rock para superar tramos delicados.

ElC4 Aircross contempla dos motorizaciones a gasóleo y una de gasolina, todas ellas con dispositivo Stop&Start para contener el gasto y la contaminación. Los partidarios de la gasolina disponen del motor 1.6i de 117 CV, vinculado a caja de cambios manual de cinco marchas, pero se han de conformar con tracción delantera. Esta mecánica acredita un consumo ideal de 5,9 l/100 km y emisiones de CO2 de 135 g/km.

Las motorizaciones diésel, conectadas a caja de seis marchas, dan a elegir entre dos niveles de potencia, así como tracción 2WD y 4WD. Las personas menos viajeras o fogosas se darán por satisfechas con el HDi 1.6 de 115 CV, que en su versión más eficiente se contenta con 4,6 litros a los cien y expele únicamente 119 g/km de dióxido de carbono.

Para afrontar con solvencia cometidos más ambiciosos parece recomendable optar por la mecánica superior, la HDi 1.8 de 150 caballos. Sus credenciales esgrimen un gasto medio ideal de 5,4 l/100 km, que procura unas emisiones de CO2 de 142 g/km.