Lancia recurre a la adopción para ampliar su familia. La otrora marca de prestigio del grupo Fiat comienza así a salir del letargo que la alejaba de las opciones de compra manejadas por el gran público. El fichaje de modelos procedentes del repertorio Chrysler, marca asociada que abandona el mercado europeo para concentrarse en el americano, permite a la casa italiana aprovechar sinergias. Así, Lancia hereda modelos aún vigentes y con tirón comercial, que le devuelven protagonismo y notoriedad.

El escueto catálogo tradicional, integrado por el monovolumen compacto Musa, el Delta y la anterior generación del Ypsilon, se ha enriquecido la pasada temporada con la renovación de este último producto. El Ypsilon actual es un compacto de estampa singular cuyas ventas todavía no hacen justicia a sus méritos. Lancia acaba de sumar a esa oferta dos modelos adoptivos, el Voyager y el Thema. La denominación del primero disipa cualquier duda sobre su procedencia. La del segundo esconde la reinterpretación para Europa del proyecto del Chrysler 300C, reorientado como alternativa a las berlinas Premium; está disponible con mecánicas diésel de 190 y 239 CV, lujosa terminación Gold y cuatro años de garantía a partir de 39.800 euros.

La próxima incorporación a la nómina de la compañía será el Flavia, un producto destinado al nicho de mercado que concita a los partidarios de los vehículos descapotables. El nuevo candidato reconsidera el proyecto del Chrysler 200 convertible, que se europeíza y asume la fisonomía de la familia Lancia. Esta propuesta muestra la variante abierta, con cuatro plazas y capota textil eléctrica, del sedan de 4,90 metros. En su comparecencia en el Motor Show di Bologna del mes pasado, la última antes de su comercialización en Italia, el Flavia Cabrio equipaba un motor gasolina de 2,4 litros que envía sus 175 caballos al eje trasero por medio de transmisión con caja automática de seis relaciones.