MotoGP vive abrazado a la diversidad. Tres carreras, tres ganadores diferentes. No hay jinete para agarrar las riendas de un caballo que corre desbocado. No hay patrón en una nave que parece a la deriva, huérfana de dominio. La igualdad se ha asentado en el Campeonato del Mundo. Esto mismo sucedió la pasada temporada, donde las tres carreras inaugurales conocieron a tres vencedores distintos. Un curso que vio a seis triunfadores. Cabe recordar que el récord de reparto de triunfos no queda tan lejano, allá por 2016, cuando nueve pilotos se alzaron en lo más alto del podio en un año en el que se coronó Marc Márquez, lo que desmiente que su ausencia o falta de forma física sea la única razón de tanta fragmentación de la gloria.

La parrilla de la categoría reina de 2022 presenta el mayor número de campeones de la historia, catorce. Quizá sea un argumento para semejante diversidad. Eso y posiblemente también que las máquinas satélites y las que integraban la antigua clase media o baja atraviesan una época de clara tendencia al alza. En Catar se impuso Enea Bastianini con un equipo privado y la Ducati de 2021; en Indonesia reinó Miguel Oliveira con la KTM; en Argentina destacó Aleix Espargaró, que logró su primera victoria mundialista concediendo a Aprilia su primera conquista en la categoría reina. Con este triunfo ya todos los pilotos de la actual parrilla poseen, al menos, una victoria en su palmarés; Aleix era la excepción.

En su gran premio número 200, el mayor de los hermanos Espargaró firmó la primera pole para la marca italiana como prolegómeno de su primer descorchamiento en lo más alto del podio. Este éxito representa que la constancia trae recompensas, que la perseverancia es la brújula que conduce o acerca a la gloria. Porque Aleix nunca destacó a nivel de resultados, pero a sus 32 años ha vivido el mejor momento de su trayectoria deportiva.

El de Granollers se ha sacado una espina clavada, la de ser el único que no había ganado, y ahora se eleva como nuevo líder del Campeonato del Mundo. Pero quizá más relevante es que aparece por encima de todos con una máquina que permite soñar con mayores cotas. Porque la Aprilia se está mostrando completa, puede que sea la moto más equilibrada del paddock, al menos a estas alturas, porque las clásicas Honda, Yamaha, Ducati o Suzuki no atraviesan sus mejores momentos. En la fábrica de Noale se ha trabajado mucho y bien. Es una evidencia.

Aleix habló antes de la carrera en el circuito de Termas de Río Hondo sobre sus dudas. Era sincero. Admitía que el peso de estar delante, en la pole, y de verse señalado como favorito a la victoria por el ritmo mostrado también en el warm up, donde lideró, le volcaba responsabilidad y algún vértigo. “Nunca he gestionado una situación así”, confesaba. Sin embargo, se manejó como un brillante estratega.

Perdió su ventaja de poleman al afrontar la primera curva. Lejos de tratar de reaccionar de forma impulsiva, dejó que Jorge Martín impusiera el ritmo para escaparse juntos hacia el debate por la victoria.

En apenas cuatro giros ambos rodaban a 1,5 del resto; en siete vueltas la ventaja alcanzó su máxima diferencia sobre la competencia, 2 segundos. Aleix no se impacientó, ni siquiera cuando cedió un segundo por un error de cálculo en una curva. Recuperó el terreno perdido. Examinó a Martinator, solapado a la Ducati del equipo Pramac. Era una guerra civil de marcas italianas. La montura de Martín era más nerviosa, rebotaba, se agitaba como un sonajero; la de Aleix se mostraba dulce, dócil, sumamente equilibrada, firme sobre la trazada.

En la vuelta 18 de las 25 pactadas Aleix se lanzó al ataque. Aparcó la templanza. Se disparó en la recta, impulsado por el rebufo. Ganó la primera posición. Pero llegó demasiado deprisa a la siguiente curva. Se coló. En la vuelta 20 repitió la maniobra. El resultado fue el mismo. De modo que preparó un tercer intento en el mismo punto, a 335 kilómetros por hora, en la recta. Y a la tercera fue la vencida. Se puso al frente e imprimió ritmo. Martín no claudicó, pero no tuvo opción de recuperar el liderato. Aleix cumplió con los pronósticos de forma magistral.

Quartararo sufre

Martín, que había llevado el peso de la carrera por capricho de Aleix, fue segundo. Tras ellos cruzó la meta Álex Rins, que no anduvo lejos de luchar por el triunfo. Después llegaron Joan Mir (4º), Pecco Bagnaia (5º), Brad Binder (6º) y Maverick Viñales (7º). Fabio Quartararo sorprendió cayendo en los compases iniciales hasta la decimotercera plaza, aunque maquilló el discreto fin de semana con un octavo lugar que confirma que el francés no tendrá sencillo revalidar su corona, porque la diversidad está instalada en MotoGP, y grandes clásicos como Yamaha u Honda no lucen como antaño. Los equipos satélites, KTM o Aprilia quieren acaparar cuotas de gloria. Aleix Espargaró es un candidato a dar guerra. Por de pronto ya ha hecho historia.