Recordarán las imágenes de la evacuación estadounidense de Kabul allá por agosto de 2021. El país quedaba en manos de los talibanes. Un año después, un grupo de mujeres, apenas unas cuarenta según las crónicas, se manifestaron en Kabul ante el Ministerio de Educación talibán, toma ya oxímoron. Los talibanes reprimieron aquella manifestación a empujones y a tiros. Aquellas mujeres pedían, entre otras cosas, acceso a la educación. Y les dispararon. Contra la dignidad y la justicia, balas. Ahora el Gobierno afgano ha proclamado la ley para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio. Solo el nombre aterroriza. Esta nueva ley, en un artículo dedicado al hiyab, establece como necesario que las mujeres se cubran el rostro y el cuerpo para evitar “causar tentación”, y evitar el sonido en público o de la voz en alto de mujeres, incluyendo cantar, recitar, o hablar frente a micrófonos. Les quitaron su imagen bajo los burkas y ahora les quitan la voz. Para los talibanes las mujeres existen como horno microondas para sus hijos, roombas para sus casas y air fryers para sus comidas. Pero no deben tener rostro ni deben tener voz. Qué asco. ASCO. No hay tolerancia posible con regímenes del terror, regímenes que utilizan la religión como herramienta de sometimiento de seres humanos.
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