La retirada de los deportistas es vista desde fuera como un tema normal, algo que la vida les pone inexorablemente en el camino y que hay que cumplir, pero en ciertos casos no es así. Atletas de gran reconocimiento mundial se resisten a irse del concierto internacional y dejar sus victorias atrás a pesar de que los años, el estado físico y su rendimiento no sean ya los mejores. Rafa Nadal es un buen ejemplo de ello. La agonía del balear está siendo dolorosa para los que disfrutamos en su día de sus épicas victorias. No diré que se esté arrastrando desde hace tiempo porque la palabra suena fuerte, pero queda claro que su rendimiento ha descendido en picado y difícilmente podrá reeditar ya la gloria de antaño con esa pérdida de chispa que se percibe con suma facilidad. El ejemplo diametralmente opuesto es Toni Kroos, quien colgará las botas tras la Eurocopa pese a que su aportación ha sido asombrosa hasta el último día y rebosa talento por todos sus poros para, quizás, haber seguido compitiendo algún año más. Son formas distintas de encarar un momento crítico como la retirada. Muchos deportistas saben dar un paso al lado cuando toca y están preparados para amoldarse a una vida alejada de los focos de la élite, pero otros no asumen que el arroz ya se les ha pasado.
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