El 20% de indecisos que detectaron las últimas encuestas resolvió las elecciones vascas más reñidas de los últimos cuarenta años, consolidando al PNV como la fuerza con mayor apoyo del país –igual que en los doce comicios autonómicos anteriores celebrados en democracia– con un 35,2% de voto por un histórico 32,5% de EH Bildu. Si el PNV conserva su hegemonía en sufragios, la coalición abertzale le empata a 27 escaños fruto del distinto precio por parlamentario de cada territorio. PNV y EH Bildu aglutinan el 72% de la representación de la Cámara vasca, si bien Pradales se perfila como próximo lehendakari –tras las tres legislaturas del también jeltzale Urkullu– en reedición del Gobierno desde la centralidad transversal con el PSE y de nuevo con mayoría absoluta. Se llama estabilidad.
Comenzando por el vencedor, Pradales se ha sobrepuesto con su solvencia técnica más el fuste de la sigla a los sondeos que auguraban un sorpasso completo de EH Bildu. Constatando un desgaste cierto en la gestión de la Lehendakaritza, en particular por las grietas en Osakidetza después de la pandemia, el partido jeltzale ha basado su triunfo en la postrera movilización del elector menos ideologizado pero que siempre vio en el PNV un voto refugio, de seguridad. Bizkaia se vuelve a erigir en baluarte principal en este caso para Pradales al aportar once parlamentarios, por nueve Gipuzkoa y siete Araba. Pese a que sus expectativas fueron incluso mayores, la izquierda abertzale iguala al PNV en escaños a lomos justo del territorio guipuzcoano, donde obtiene once y avanza en dos como en Bizkaia y Araba –en ambos casos hasta ocho–, y ya representa un tercio del voto CAV, casi cinco puntos más que en 2020. El crecimiento se sustenta en la OPA a la izquierda confederal, que pasa de los seis representantes de Elkarrekin Podemos a uno de Sumar cuando ese espacio ganó las generales vascas de 2016, con un alcance creciente de EH Bildu entre la juventud en una campaña contenida de Otxandiano que le ha rentado a su marca. También Andueza sale muy reforzado al engrosar la bancada socialista en dos integrantes –uno vizcaíno y otro guipuzcoano– hasta doce, en refrendo de la cogobernanza interinstitucional con el PNV. En contraposición, De Andrés le ha granjeado al PP el premio de consolación de hacerse con un escaño más –hasta siete– mientras Vox preserva el suyo en Araba, puerta de entrada de Sumar.
Si la gobernabilidad se antoja asegurada por la dupla sociojeltzale, el modelo de gobernanza debe revisarse. Para empezar en la estructura del Ejecutivo, con un reparto de carteras que responda al equilibrio lógico entre los socios y a los intereses de esta sociedad compleja además de plural, articulado por perfiles de máxima competencia que conformen un equipo coherente y sólido. Con el fin prioritario de seguir mejorando la vida de la ciudadanía sobre el pilar del autogobierno en una nueva etapa de más escucha activa como antídoto de un eventual contraciclo político en 2028.