Ayer estuve todo el día jugando a Dakar Desert Rally, el juego oficial del mejor rally del mundo. Necesitaba descansar la mente y el cuerpo y las dunas virtuales de Arabia Saudí me sirvieron para ello. Mientras jugaba apreciaba cada vez más el esfuerzo titánico que hacen algunos para llegar hasta esos desiertos y conquistarlos. En algún momento empecé a preguntarme qué habría pasado si desde crío yo hubiese entrenado para estar ahí, qué cosas habría sacrificado… Por casualidad, en ese momento vi como un corredor se estrellaba contra una duna en su moto. Me fue imposible no acordarme de Carles Falcón, el piloto español muerto en el Dakar 2024. Es cierto que él escogió asumir ese riesgo, pero desde la creación del Dakar en 1977 han muerto 47 personas (8 de ellas niños) que no eligieron jugarse la vida y, aun así, la perdieron. Falcón pagó el precio por sus decisiones, pero a menudo no vemos que las nuestras arrastran a más personas nos guste o no. En el momento de escribir estas líneas se sabe que al menos 9 personas han muerto en el incendio de dos edificios en Valencia. No podían saberlo, pero su elección de estar allí les costó la vida. ¿Qué les costará a los responsables de construir esa trampa infernal?