Creo que todo el mundo se ha enterado ya de la última hazaña de Ana Obregón. La imagen de la actriz, sentada en una silla de ruedas saliendo de un hospital privado de Miami con una recién nacida que acababa de comprar en brazos, ha dado ya la vuelta al mundo. Gestación subrogada lo llaman y la legitiman legiones de celebridades y de otros muchos miles de anónimos no tan célebres pero ricos. Yo lo llamo “gente rica que utiliza como producto a una mujer pobre”. Una explotación del cuerpo de una mujer que, por necesidad de dinero, accede a este tipo de prácticas. A su vez están jugando con la vida de una criatura que en el momento de su nacimiento necesita más que nunca a su madre biológica. Ana Obregón no ha sido madre, va a ejercer de madre de una niña y creo que no ha pensado del todo en su futuro, sino en ella misma. Además, la edad de esta señora, 68 años, tampoco es la más adecuada para acompañar el desarrollo vital de una recién nacida. Digamos que cuando la niña cumpla 16 años Ana Obregón tendrá ya 84. Una anciana a la que tendrá la obligación de cuidar. Por no hablar de que la niña va a estar perseguida de por vida por ser hija de Ana Obregón o de que la actriz y presentadora no está en su mejor momento por el durísimo duelo por su único hijo, fallecido en 2020.