harlando hace unos días con un amigo que es trabajador autónomo me detallaba las penurias de papeleos a cumplimentar cada cierto tiempo para cumplir con Hacienda, que en estas fechas se incrementan con una declaración de la renta preconfeccionada ya para la mayoría de quienes trabajamos por cuenta ajena pero que este colectivo tiene que completar por sus propios medios. Una china más en el zapato -y no son pocas, entre pagos de IVA, cuotas y requisitos administrativos de toda índole que han de cumplir, sobre todo aquellos que son emprendedores y se deciden a poner en marcha su propia empresa- de aquellos que, en muchos casos, son los encargados de generar empleo y a los que no se les facilita la labor tanto como se debería. Lejos de facilitar que quien tenga una iniciativa pueda sacarla adelante sin cortapisas, y pese a las reiteradas promesas de hacerlo que se acaba llevando el viento, se sigue potenciando una cultura en la que el funcionariado -indispensable en algunos sectores en los que precisamente se echa de menos más personal; pero artificialmente engordado en otros, en los que sobran manos a patadas- se convierte en el destino ideal. Un mal negocio endémico para el que se debería hallar ya solución.
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