de mayo. Esa es la fecha que se ha marcado Pedro Sánchez para dar por terminado el estado de alarma. No será el día en el que esta maldita pandemia llegue a su fin, pero al menos recuperaremos algunas libertades. Podremos juntarnos en grupos de más personas, no tendremos que volver corriendo a casa antes de las 22.00 horas y al fin nos moveremos libremente por el país para reunirnos con familiares y amigos. No es más que un pequeño paso adelante, pero a mí se me hace la boca agua solo con la posibilidad de pasar mis días libres en un lugar diferente a las terrazas de Vitoria o el bosque de Armentia. Sin embargo, prestando atención a las cifras de contagios y a la velocidad con la que avanza la vacunación, temo que sea otra jugarreta para mantener vivas nuestras ilusiones. Siento que llevan un año mostrándonos la zanahoria. Cuando parece que lo peor ha pasado y comenzamos a salivar, la hortaliza se escapa de nuestro alcance. No sería la primera ocasión en la que se cancelan miles de vuelos porque las previsiones no se cumplen. Ojalá esta vez todo salga rodado y no haya que aplazar la fecha o regresar al estado de alarma a las dos semanas. Qué ganas de que el mes pase rápido. Iluso de mí.
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