ómo entiende el dueño de nuestro amado templo del cortado mañanero su negocio es algo bastante particular. Por ejemplo, nunca le verás compartir ni medio sorbo de alcohol con la clientela. Lo sirve pero no lo bebe porque dice que una cosa es estar a un lado de la barra y otra muy distinta ocupar sus dominios. Al becario -o sea, al hijo- nos lo lleva por el mismo camino. Cada uno debe hacer lo que tiene que hacer. Y si un día te decides a saltarte, aunque sea un poco, tus propias reglas, más tarde o más temprano, la vas a cagar con todo el equipo. Tal vez por eso, nuestro querido escanciador de café y otras sustancias siempre es tan estricto con el resto en su curro, sobre todo con aquellos que se dedican a la cosa pública. Por eso cada día se enciende cuando lee los periódicos o escucha la radio. Será un tacaño con mala leche y un sentido del humor en huelga permanente, pero es de los que piensa que lo único que te queda en este valle de lágrimas es mirarte cada noche al espejo y ver a alguien decente. También si te dedicas a la política. No te puedes creer que aunque solo sea una vez, todo vale. O si eres policía. O juez. O periodista... Alguno de los viejillos, eso sí, sostiene que así solo piensan los pobres, los que creen que en este mundo la educación y el respeto todavía valen algo.
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