l mes de febrero es para el baskonismo el de las vacaciones coperas, pero ese gusanillo que cada año se apodera del cuerpo de la afición vitoriana se quedará confinado esta vez en el domicilio de cada cual. Si el deporte sin público pierde una característica esencial, la Copa estará huérfana de su alma estos días; el siempre excepcional ambiente es la razón principal de este formato que, precisamente, la afición azulgrana se ha encargado de engrandecer. Aquellos primeros viajes, como la final de Granada con la txaranga montando su fiesta en una grada recorrida por la conga, o el fiestón en San Patricio que siguió al título de 2002 en Vitoria o la increíble epopeya de aquella multitud que se plantó en Sevilla en 2004 cuando abandonar Vitoria era imposible por culpa de la nieve... Historias de la Copa que nada tienen que ver con lo que acontecía en la cancha. Días y noches que se sucedían sin que la fiesta se detuviese. También para aquellos a los que nos tocó cubrir el evento alguna vez, todo un máster exprés de periodismo con lecciones que no se aprenden en ninguna universidad. Y amigos, muchos amigos que se han ido conociendo aquí y allá, unidos por la pasión por el baloncesto. Será una Copa triste, pero, al menos, la ilusión por un nuevo título -In Dusko we trust- mantendrá viva la llama del baskonismo estos días.
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