La vicelehendakari segunda y consejera de Empleo del Gobierno Vasco, Idoia Mendia, ha anunciado que va a proponer que el próximo año el 8 de marzo sea festivo laboral en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. La pelota está ahora en el resto de los partidos, empezando por el socio de gobierno del PSE, en la de los llamados “agentes sociales” y, aunque no resultemos determinantes en la decisión final, en cada ciudadana y ciudadano que componemos el censo de la demarcación autonómica.

No tengo el menor reparo en confesarles que, desde que he tenido noticia de la iniciativa, no acabo de ponerme de acuerdo conmigo mismo sobre lo que pienso. Parto, de entrada, del convencimiento de que no se trata de una ocurrencia ni de una idea descabellada. El razonamiento tiene, desde luego, lógica. Si se trata de aumentar la sensibilización, señalar en rojo la jornada en el calendario parece de ayuda. Y también puede servir para facilitar la asistencia a las movilizaciones.

En todo caso, siendo realistas, no creo que una medida así vaya a tener una eficacia más allá de lo simbólico. Solo porque sea fiesta, no se van a solucionar la brecha salarial, la precariedad en determinadas profesiones feminizadas o, entre otras mil asignaturas pendientes, el acceso de las mujeres a puestos de poder real en las empresas, sobre todo, en las más importantes. Y mi otra duda es, si como pasa con otros festivos, lo reivindicativo pudiera quedar relegado por el ansia de goce y disfrute del personal. Resumiendo, que no lo tengo nada claro y que aguardo a escuchar otras opiniones sobre un asunto que, eso sí, me resulta de gran interés.