Ideología - Como tantas otras cosas, el aborto no es una cuestión legal o jurídica sino ideológica. Lo hemos vuelto a comprobar con la decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos que determina que la interrupción voluntaria del embarazo no es un derecho constitucional y, por lo tanto, cada estado puede vetarlo o permitirlo. La mayoría no ha sido, como titulan algunos medios jugando no sé muy bien a qué, exigua. Seis de los nueve magistrados (es decir, dos tercios) se han pronunciado en ese sentido, aportando un carro de razonamientos supuestamente basados en la ley que, en última instancia, eran el revestimiento técnico de sus posicionamientos personales. Pero no nos engañemos. Los jueces del mismo órgano que en 1973 habían llegado a la conclusión contraria (la que ahora se ha tumbado) también se dejaron llevar por sus propias creencias y las barnizaron de razonamientos legales. Desconozco cuántos años pasarán hasta que un nuevo viraje del péndulo revierta la situación. Y cuando ocurra, insisto, no va ser por lo que digan las leyes sino por cómo se interpreten en función de la ideologías.

Trazo grueso - Ese es el gran problema en Estados Unidos y en la mayor parte de la sociedad que llamamos occidental. La cuestión no se aborda desde la racionalidad sino desde la visceralidad y, peor que eso, desde la superficialidad. Casi todo lo que nos encontramos, a favor y en contra, son consignas demagógicas de trazo grueso. Los autodenominados provida, que muchas veces son grandes aliados de la muerte, corean con los ojos fuera de las órbitas proclamas delirantes y tildan de asesinas a mujeres que simplemente no tenían otra opción. Enfrente, en lugar de aportar razones, se contesta con topicazos de tres al cuarto y se hace tabla rasa sobre el asunto, con una inhumanidad que tiene muy poco de progresista.

Hipocresía - Llámenme carca y, si quieren, hasta fascista, pero para mí hay una enorme diferencia entre interrumpir la gestación en los primeros meses y hacerlo cuando ya hay un ser humano perfectamente formado. No sé decirles si técnicamente hablamos de un derecho. Creo, honestamente, que solo es el último recurso y que por eso no se debería reducir el debate a la simplificación, cuando no a la frivolización. Y sin dejar de esperar que en Estados Unidos se vuelva a la situación anterior al viernes, no puedo evitar señalar otra gran hipocresía. Es muy fácil clamar contra el malvado imperio olvidando que en los grandes referentes de cierta izquierda -Venezuela, Bolivia, Ecuador- la situación es infinitamente peor.