Larga cambiada

– Aunque no sirviera para mucho, porque la repercusión en la mayoría de los medios (incluidos los que enarbolan con más brío la bandera progresí) fue prácticamente nula, hay que agradecer al senador Koldo Martínez que volviera a llevar al Senado el sangrante caso Zabalza. Lo hizo, además, de un modo francamente astuto, aprovechando –¡ahí es nada!– una moción del PP en la que se instaba a reconocer el trabajo de los servicios de inteligencia españoles y a reprobar la destitución de la directora del CNI. En lugar de hacer el juego a los genoveses, Martínez se marcó una larga cambiada para, después de mencionar el sentido general de los servicios de inteligencia de un estado, centrarse en su actuación más que censurable en el caso de la detención, tortura, asesinato y abandono del cadáver en el río Bidasoa del joven navarro Mikel Zabalza.

Excusas

– Obviamente, el destinatario de la intervención del senador por Nafarroa no era el partido que proponía la iniciativa, sino el PSOE, y en el mismo bote, el Gobierno de España, que sigue negándose a mover un dedo para que se haga pública la abundante información que el CNI (antes Cesid) tiene al respecto. Cada vez que al Ejecutivo que presume de ser campeón sideral de la memoria histórica se le ha reclamado la desclasificación de los papeles de este y otros casos que tienen que ver con la guerra sucia, la respuesta ha sido un encogimiento de hombros. La coartada para no hacer nada es que el paso previo debería ser una orden judicial. Lo que ocurre es que no habrá tal orden judicial hasta que no se levante el velo oficial de los documentos. Una muy beneficiosa pescadilla que se muerde la cola para que casi 36 años después de los hechos, a su familia y al resto de la ciudadanía se nos niegue el derecho mínimo a saber lo que ocurrió.

Se sabe casi todo

– Me corrijo. En realidad, lo sabemos. Lo lacerante de todo esto es que el contenido del material guardado bajo siete llaves es perfectamente conocido. De hecho, Martínez rescató un documento muy significativo: la nota que, días antes de la aparición del cadáver, encontró en su puerta el entonces delegado de DEIA en Gipuzkoa. La firmaba un sindicato clandestino del instituto armado y rezaba así: “La Coordinadora de la Guardia Civil de Inchaurrondo denuncia que M. M. Zabalza ha muerto a manos de sus interrogadores en las dependencias del Servicio de Información de este cuartel. Con la intención de tapar el asunto han preparado y hecho público la fuga”. Este es el minuto en que el Gobierno de España sigue callando. l