- Pedro Sánchez gobierna a golpe de tatatachán. Después de dos semanas (casi tres, en realidad) remoloneando mientras el Titanic se iba a pique, ayer se presentó con una chistera a reventar de medidas contra las mil y una plagas provocadas y/o agravadas por la invasión rusa de Ucrania. Como los charlatanes de feria de mi infancia, el encantado de conocerse inquilino de Moncloa se puso a desgranar anuncio tras anuncio, entre oes, aes, y úes de la concurrencia y no digamos de la prensa afín, que corrió a hacer los bises con entusiasmo. Veinte céntimos por litro de subvención de los carburantes para todos los conductores. ¡Bien! Un 15 por ciento de aumento del Ingreso Mínimo Vital. ¡Bravo! 10.000 millones de euros en préstamos ICO. ¡Hurra! Bono social eléctrico a otras 600.000 familias. ¡Viva! Reducción del IVA a la electricidad, suspensión del impuesto a la producción eléctrica y reducción al mínimo del impuesto especial sobre la electricidad. ¡Macanudo! De propina, límite de subida de los alquileres del 2% y ERTEs a tutiplén para evitar despidos en los próximos tres meses. ¿Hay quien da más?
- La pelota está ahora en el tejado de los demás partidos, tanto los de oposición pura y dura, como los que le han venido sacando al gobierno de coalición las castañas del fuego. Buena parte de estos últimos andaban echando las muelas por lo de siempre. Fiel a sí mismo, el presidente español se había guardado el notición para ofrecerlo en exclusiva. Como gran favor, cinco minutos antes de encender la traca de fuegos artificiales, alguien se dignó a pegar un telefonazo a algunas sedes para advertir de que su sanchidad se disponía a ejercer de gran conseguidor. Una vez más, solo quedaba sumarse con alborozo o quedar como tacañones pinchaglobos. A ver quién es el guapo que se atreve a pronunciarse en contra de la lluvia de caramelos.
- Así que, salvo giro inesperado, el aluvión de gozosas medidas recibirá el aval, como poco, de la llamada mayoría de la investidura. Lo que nos quedará por ver es la concreción y la efectividad real. Y ahí me van a permitir que sea escéptico. Si nos descuentan veinte céntimos por litro de combustible, quien lo vende lo tiene a huevo para subir otros veinte. Lo mismo vale para los diferentes descuentos del recibo eléctrico: ya hemos visto que nos quitan dos para añadirnos quince. ¿Me pongo la venda antes de tener la herida? Puede ser, pero prometo desmentirme si la semana que viene las galletas María vuelven a costarme lo que antes de la invasión de Ucrania.