En su última novela, 'Cartas desde la libertad', cuenta una historia familiar que, al tiempo, lo es de toda una generación.
-El viaje del Alsina fue especial: su derrotero en una Europa en guerra, con pasajeros judíos, republicanos españoles encabezados por Niceto Alcalá Zamora, y vascos, entre ellos, políticos y escritores, con sus familias. Atrasada su salida por una ola de frío polar, nevó en Marsella, zarpó el 15 de enero del 41 del Mediterráneo al Atlántico. Evitaron, por temporal y retrasos, la detención programada de Pedro Urraca, enviado de la embajada española, París. Los quería en campos de concentración. No camino a la libertad de América. Eran, fueron, voz de reclamación contra el militarismo europeo.
Ya había escrito sobre aquel viaje. ¿Por qué ha vuelto a hacerlo?
-El Alsina navega dentro de mí. Crecí con su historia, contada por mis aitas. Escribí, prologado por Néstor Basterretxea, que fue pasajero, Crónicas del Alsina. Hoy lo hago a modo de género epistolar. Podría hacerlo de mil formas. Es mi modesto homenaje a esa generación.
¿A qué lectores cree que les puede interesar algo que pasó hace 80 años?
-Al interesado en saber cuánto dolor, renuncia y trabajo significó la causa de Euskadi. De la Libertad.
En realidad, la mayoría de sus libros nos llevan mucho más atrás en el tiempo. ¿Por qué le atrae el pasado?
-Arbasoak hala, horrela oinnordekosk. Tales fueron nuestros antepasados, así serán sus descendientes, sentencia nuestro refranero. Intento descifrarnos.
Y en muchas ocasiones, va tras la huella de los vascos. Es su otra gran seña de identidad.
-Soy hija del exilio de mis aitas. Crecí en el Laurak Bat de Buenos Aires, en el Euskalerria de Montevideo y en el Centro Vasco de Caracas. Desde ese exilio, he regresado. Es mi cordón umbilical.
¿Cuándo sabe que tiene una historia que puede convertirse en una novela?
-De todas nuestras fascinantes historias haría novelas.
¿Sigue escribiendo todos los días?
-Seis horas diarias tengo cita con mi ordenador, para escribir mis novelas, mis artículos de opinión, mis colaboraciones. Estoy inmersa en los quinientos años de Amaiur. En Manuel Irujo, que hace 40 años se nos fue.
No vive solo en el pasado. El presente también le preocupa...
-Vivo entre la esperanza y el miedo. Basta ya de guerras, dictadores mesiánicos, emigración forzosa. Hambre y miedo. Quiero para todos y para todas libertad, dignidad de vida. La que se empeñaron en mantener los pasajeros del Alsina.
Usted, que ha pasado por peripecias de todo tipo, ¿se imaginaba que le tocaría vivir también una pandemia?
-Padecí la epidemia de polio en Montevideo, 1955. Era una niña, soy una anciana. El miedo, la esperanza, la cautela de vencer la peste y salir adelante, resultan las mismas.
¿Qué reflexión hace de estos ya casi dos años luchando contra el virus?
-Vacunación, mascarilla, precaución y paciencia.
Si le pregunto de qué se siente más orgullosa, sé que me va decir que de su gran familia, ¿a que sí?
-Sí. Soy afortunada. Hacen mas brillantes mis amaneceres, mas luminosos mis atardeceres.