La comarca de Lea-Artibai, en el occidente de Bizkaia, es tierra de encuentros, de caminos que se cruzan, donde la historia y la leyenda forjan un encuentro entre lo terrenal y el mito.
Numerosos arroyos y riachuelos alimentan los dos ríos que vertebran de norte a sur este territorio, el Lea que desemboca entre la lekeitiarra playa de Isuntza y la de Karraspio, en Mendexa, y el Artibai, que vierte sus aguas en Ondarroa, entre el puerto y la playa de Arrigorri. En las márgenes de estos cauces hay espacio tanto para los molinos de agua de ferrerías y harina como para que las lamias canten y se peinen. El molino de Bengolea y la cueva de Oibar, a orillas del Lea a su paso por Gizaburuaga son las dos caras de esta misma moneda de realidad y leyenda.
La localidad de Markina-Xemein, nacida de unión de la villa de Markina y la anteiglesia de Xemein a mediados del siglo pasado, es la capital de la comarca. De origen medieval, Villaviciosa de Marquina recibió su fuero de fundación en el siglo XIV pero a pesar de ser un ente diferenciado quedó irremisiblemente ligado a la vecina Xemein ya que, según su carta puebla, las necesidades espirituales de los vecinos de la villa debían atenderse en la parroquia de Santa María en la anteiglesia. Los conflictos y las tiranteces estaban servidas.
Los vecinos de Xemein, miembros de la llamada Tierra Llana o infanzonado, no podían ocupar los solares de la nueva villa, reservados para los hidalgos. A esto se unió la disputa por el patronazgo sobre la iglesia de Santa María entre las dos familias dominantes, los Ugarte y los Barroeta, que buscaban las prebendas y relevancia social que llevaba aparejadas. Las tensiones no acabaron a pesar de la construcción en Markina de un segundo templo, el ya desaparecido San Pedro de Elizbarría.
Urregarai, Santa Eufemia y Tartalo
La llegada del cristianismo a estos montes y valles arrinconó las antiguas creencias, pero no logró que se olvidaran. Las lamias siguen escondidas en los ríos, pero no son las únicas cuya sombra aún se percibe. El cíclope Tartalo también se siente en las montañas. El pico Urregarai, entre Markina y Aulesti, parece ser su refugio.
Este ser mitológico de un sólo ojo, que algunos aquí llaman Alarabi y creen que no es el mismo ser que Tartalo, aterrorizaba la comarca con su inmensa fuerza y su afición a devorar animales y hombres.
Al igual que pasa con la diosa Mari, la Dama de Anboto, parece que Tartalo también tiene otros hogares, ya como el del monte Sahadar en Zegama, en la vecina Gipuzkoa, donde un joven, según narra la tradición, consiguió que se ahogara en un río cuando huía de él para no ser devorado.
Quizá el cambio de cueva se debió a la aparición en Urregarai de Santa Eufemia. O más bien de su cuerpo. Esta leyenda explica el origen de la ermita dedicada a esta santa que murió mártir en Calcedonia, junto al Bósforo (Turquía). Cuentan que una pastora tropezó con una mano que salía de la tierra que lucía un anillo en uno de los dedos. La joven se apoderó de él y retorno al pueblo llevándolo puesto. Misteriosamente, cuando quiso contar lo sucedido no pudo hablar, por lo que acompañada de sus vecinos regresó al lugar, devolviendo la joya a su dueña. Los vecinos cavaron alrededor de la mano y encontraron a santa Eufemia. Ahí fue donde se construyó la ermita, destino de una romería el 16 de septiembre en la que muchos peregrinos suben los 220 escalones del tramo final que lleva hasta el templo con una larga vela enrollada en la cintura para conjurar los dolores de cadera. Algunos de estos devotos realizan esta última ascensión de rodillas.
Esta no es la única leyenda que se cuenta relacionado con el monte Urregarai. Una de ellas hace referencia directamente a su nombre. Urregarai, que puede traducirse como alto de oro, puede tener su origen en la creencia de que en la cima hay enterrada una campana de oro.
Aunque el último tramo hasta la ermita y la cercana cima del Urregarai hay que hacerlo a pie, tanto desde de Markina como desde Aulesti se puede llegar en coche hasta Santa Eufemiako Zelaize, el prado de Santa Eufemia, una campa entre el Urregarai (704 m) y el Bedartzandi (700 m), donde además parking es también un área de esparcimiento y cuenta con un bolatoki. Por la pista forestal que sale a la derecha de la carretera, según se sube desde la cantera Zeleta, justo enfrente de donde se dejan los coches, se llega directamente hasta la ermita y la cima del monte. Desde allí las vistas sobre la comarca no dejarán indiferente a nadie. El Oiz, el Anboto sobresalen si se mira hacia el sur, mientras que en el norte es el mar el que se deja ver.
Por la ruta hacia el Akarregi
De vuelta a Markina, se puede inciar la ruta hacia el monte Akarregi, que parte de ella se puede hacer también en coche a modo de aproximación hasta el camino que sube hasta cima, donde se podrá encontrar uno de los tradicionales buzones montañeros que tanto se ven en las cimas de Euskadi y Navarra y que en este caso tiene la forma de la ermita de San Miguel de Arretxinaga, por la que se ha pasado para llegar hasta aquí.
El inicio de la excursión puede hacerse en la iglesia de Santa María de Xemein, cuyo nombre oficial, dicho sea de paso, es Santa María de la Asunción. Si bien el templo de las disputas entre los Barroeta y los Ugarte era del siglo X, el actual se levantó en el siglo XVI sobre los restos del anterior.
Si se hace caso de las leyendas que todavía sobrevuelan Markina desde el pasado, los conflictos por este templo no se limitaron a los de los señores locales. Cuando se inició su construcción ya hubo quien se opuso a ella. Los jentiles que habitaban las montañas que rodeaban Xemein no vieron con buenos ojos la llegada del cristianismo, que los arrinconaba en los márgenes de las creencias populares, por lo que defendieron su territorio arrancando grandes rocas de las montañas para arrojarlas contra el edificio que significaba el fin de su era.
En la actualidad, las canteras de mármol negro del macizo que forman el Urregarai y el Bedartzandi son una de las señas de identidad que han dado fama en todo el mundo a Markina-Xemein y a la vecina Aulesti. Los jentiles parece que iniciaron a otra de las industrias de la comarca.
La carretera hacia la cumbre del Akarregi, que ofrece una panorámica del lado oriental de Lea-Artibai, pasa también por el monumento más singular de la localidad, y casi de todo el norte peninsular, el apilamiento de tres gigantescas rocas en el interior de la ermita de San Miguel de Arretxinaga. Esta formación rocosa llena de misterio este rincón donde el río Urko desagua en el Artibai.
A los jentiles, Por su habilidad para trabajar las rocas, no solo para lanzarlas, se les consideró los constructores de los monumentos megalíticos, de los dólmenes y de cromlech que se encuentran en las sierras y bosques de Euskal Herria, por eso no sorprende que también se les atribuyera esta formación. Lo que sí sorprende es que llegado el cristianismo, se levantara una ermita alrededor de un supuesto monumento pagano. Ponerla bajo la advocación del arcángel san Miguel, que ya derrotara al dragón, a la herensuge de Aralar, solucionó la papeleta.
Pero bajo el barniz de lo milagroso se mantiene su antigua aura mágica y sanadora. Así, a quien sufra alguna enfermedad le podría bastar con tocarlas para curarse, aunque alguno afirma que es necesario llevarse a casa un fragmento para lograrlo. Otra creencia afirma que quien desee casarse en el plazo de un año deberá pasar tres veces por debajo y entre ellas sin tocarlas para lograrlo. Una imagen de San Miguel colocada en el interior asiste a la devoción de los creyentes.
Siguiendo la carretera se llega a la Torre Barroeta, recientemente restaurada y que durante muchos años ha sido un caserío dedicado a las labores agrícolas, lejos ya de su origen y funciones militares.
Dejando este edificio a la izquierda, la pista asfaltada sigue durante unos dos kilómetros hasta la base del Akarregi. Una senda sale a la izquierda de la calzada hacia la cumbre del monte. Desde sus 400 metros de altitud se domina el entorno.
Dos rutas históricas que se cruzan
La Comarca de Lea-Artibai es una encrucijada de caminos y en ella se encuentran dos que han tenido gran importancia histórica, uno por su vertiente espiritual, el Camino de Santiago en su recorrido por el norte peninsular y cantábrico, y otro comercial como pocos, el Camino del Pescado y el Vino, que atravesaba de norte a sur el País Vasco para llevar el vino a los puertos de Bermeo, Lekeitio y Ondarroa, y regresar con pescado para el interior del país.
Dos son la etapas que de este a oeste buscan la ciudad del apóstol. Son, en principio, la cuarta y la quinta de la ruta. La primera sale de Deba y llega hasta Markina, unos 22 km, y la segunda parte de esta localidad Markina para acabar en Gernika, unos 25 km. Por supuesto que este planteamiento es orientativo, ya que cada peregrino pone salida y llegada donde quiere o puede y el santuario de Cenarruza es un albergue de peregrinos muy demandado.
Por lo que respecta al Camino del Pescado y el Vino, conocido en las guías de senderismo y rutas como la GR-38, la que recorre la comarca de Markina es una variante. La ruta principal llega a Bermeo, pero un ramal, el GR-38.1, se desvía hacia Cenarruza para dividirse después en dos, uno a Lekeitio y otro a Ondarroa. Así, la primera etapa sale de Durango hasta Cenarruza pasando por el monte Oiz. Son 22 km por la GR-38.1. Desde localidad hay que seguir hacia Bolibar y el monte Bedartzandi hasta la ermita de Santutxu, donde el camino se divide. A la izquierda, por la GR-38.2 se llega a Lekeitio y tomado el camino de la derecha, la GR-38.3, a Ondarroa.
Qué más ver en Markina-Xemein
Recorrer Markina-Xemein supone conocer una de las localidades más emblemáticas de Bizkaia, los edificios, los palacios, los templos y obras civiles de utilidad pública son muestras de que la historia ha llenado los rincones de una villa de abolengo. Entre los monumentos que se deben visita están tanto los viejos ayuntamiento de Xemein, junto a la ermita de San Miguel, y el de Markina con su galería porticada. Pero no es menos interesante el actual edificio consistorial de Markina-Xemein en el palacio Mugartegi. Y si de algo va servida esta villa es de grandes palacios y casas, como las dos torres de los Ugarte y los Barroeta, pero también las de Artibai, Antxia, la casa Ubilla o los palacios de Ansotegi, Andonegi y el de Gaytán de Ayala.
Por lo que respecta a los templos, la iglesia y convento de los Carmelitas, la ermita de Santa Cruz o Elizatxiki y el convento y la iglesia de la Merced son tres lugares que no deben dejarse de lado.
Entre los edificios civiles de uso público destacan el antiguo juzgado y cárcel municipal, que ahora es la sede de la Oficina Comarcal Agraria, y la pescadería municipal.