El 21 de julio de 1969, a las 3.56 horas de la madrugada (hora española), Neil Armstrong pasó a la historia al convertirse en la primera persona que pisó la Luna. “Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”, pronunció el astronauta estadounidense, que compartió la exitosa misión en el Apolo XI junto a Buzz Aldrin y Michael Collins. La consecución de la gesta supuso un hito para la NASA en su carrera espacial y para Armstrong se convirtió en su último viaje como astronauta tras una vida dedicada al pilotaje.

Porque los vuelos y él estuvieron unidos casi desde su nacimiento, allá por 1930 en la pequeña ciudad de Wapakoneta (Ohio). De ascendencia familiar escocesa, irlandesa y alemana, en sus 14 primeros años de vida vivió en 20 localidades distintas de Ohio por el trabajo de auditor de su padre, un enamorado de la aviación que con sólo dos años lo llevó a ver las Carreras Aéreas de Cleveland. Con cinco años voló por primera vez con su padre en un Ford Trimotor.

La afición de su padre marcó su vida. En su Wapakoneta natal tomó lecciones de pilotaje de aviones y con 16 años se sacó un certificado de vuelo, días antes de realizar su primer vuelo en solitario. Y un año después comenzó a estudiar Ingeniería Aeronáutica en la Universidad de Purdue con una beca de la Armada.

Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin. NASA

Armada y Guerra de Corea

Su formación se vio interrumpida al ser llamado a filas con 18 años, aunque su experiencia en la Armada le fue muy útil para el futuro, porque allí se convirtió en aviador naval y fue ascendido a alférez. Armstrong entró en combate por primera vez en la Guerra de Corea (1951), donde vio cerca la muerte al impactar su caza contra un cable antiaéreo durante un bombardeo a baja altitud, lo que lo obligó a eyectar del avión. Tras 78 misiones sobre Corea, con 22 años pasó a la reserva, donde ascendió a teniente, aunque renunció en 1960.

Antes de pisar la Luna libró la muerte dos veces al eyectarse de sendos aviones que se iban a estrellar.

Antes retornó a Purdue para retomar los estudios y graduarse en 1955, tras lo cual decidió convertirse en piloto de pruebas y consiguió una plaza en el Centro de Vuelo de Alta Velocidad del Comité Asesor Nacional para la Aeronáutica (NACA), en California. Allí pilotó por primera vez un avión cohete en 1957, un año antes de pasar a la NASA, al fundarse ésta y absorber a la NACA. En los años siguientes participó en dos programas enfocados en llevar a un ser humano al espacio, y en 1962 fue seleccionado por la Fuerza Aérea como uno de los siete pilotos ingenieros que podrían hacerlo.

Astronauta de la NASA

Poco después se unió al cuerpo de astronautas de la NASA en el segundo grupo para el Programa Gemini, al abrirse la selección a pilotos de pruebas civiles cualificados. Así se convirtió, junto a Elliot See, en el primer civil astronauta.

Tras constituir ambos en 1965 la tripulación de respaldo de la misión Gemini V, Armstrong fue en 1966 el primer astronauta civil estadounidense en volar al espacio. Lo hizo como comandante de la Gemini VIII junto al piloto David Scott para acoplar dos naves espaciales, y después fue comandante de reserva de la Gemini XI. Su prestigio crecía y ya era el astronauta mejor pagado de la NASA antes de pasar al ambicioso Programa Apolo.

Buzz Aldrin y Michael Collins lo acompañaron en una misión en la que veía un 50% de posibilidades de fracasar.

Fue miembro de la tripulación de reserva del Apolo IX y en 1967 se anunció que viajaría en el Apolo XI, que pretendía lograr el primer alunizaje tripulado. Durante los entrenamientos, en 1968, se vio obligado a eyectarse de un vehículo de investigación de alunizajes segundos antes de estrellarse.

En diciembre de 1968 se le ofreció ser comandante del Apolo XI y poco después se anunció que él, Buzz Aldrin y Michael Collins serían sus tripulantes. Además se decidió que él sería el primero en intentar pisar la Luna al verle con poco ego.

Objetivo: la Luna

El 16 de julio de 1969 un cohete lanzó al Apolo XI desde el Centro Espacial John F. Kennedy y al aproximarse a la Luna Armstrong fue consciente de que iban a alunizar varios kilómetros más allá de lo previsto, en una zona poco segura, con lo que tomó el mando manual del módulo lunar (Eagle) y buscó otra zona, lo que hizo temer que se quedara sin combustible.

El alunizaje tuvo lugar a última hora de la tarde del 20 de julio. Tras lanzar los mensajes oportunos a Houston, los astronautas se dieron la mano y unas palmadas en la espalda y realizaron las comprobaciones necesarias en el módulo. Armstrong pidió adelantar el paseo lunar, despresurizaron el Eagle, se abrió la escotilla y posó su bota izquierda en la Luna antes de pronunciar su histórica frase.

Veinte minutos después salió Aldrin, descubrieron una placa conmemorativa y plantaron una bandera de EEUU. En las dos horas y media que duró el paseo lunar realizaron fotos (Armstrong sólo sale en cinco porque hizo casi todas), colocaron paquetes de experimentos y dejaron objetos en conmemoración de los cosmonautas soviéticos fallecidos Yuri Gagarin y Vladímir Komarov, entre otros.

Tras completar la misión del Apolo XI decidió abandonar la nasa, ejercer de profesor y vivir en una granja.

Al volver al módulo lunar y sellar la escotilla, despegaron y se acoplaron con el módulo de mando y servicio Columbia, que orbitaba la Luna y en el que esperaba Michael Collins. Regresaron a la Tierra y amerizaron en el Pacífico el 24 de julio, siendo recogidos por un portaaviones. A partir de ahí les esperaban 18 días de cuarentena.

Adiós a la NASA

Armstrong anunció poco después que ese había sido su segundo y último viaje espacial. Fue nombrado con un cargo en la NASA en 1970, pero renunció un año después y aceptó un puesto de profesor de Ingeniería Aeroespacial en la Universidad de Cincinatti, cargo que abandonaría en 1980. Mientras tanto también recibió encargos de la NASA y participó en comisiones de investigación. Fue imagen de varias empresas y también estuvo en los consejos de dirección de otras.

Aldrin, Collins y Armstrong, con Obama en el 40º aniversario. EFE

Vida personal

En 1956 se casó con Janet Shearon, con quien tuvo tres hijos: Eric, Karen y Mark. Karen falleció con sólo dos años a causa de un tumor maligno en el tronco del encéfalo. La pareja se divorció en 1994, cuando se casó con Carol Held Knight, quince años menor que él, a la que había conocido dos años antes. Tras abandonar la NASA Neil Armstrong, que recibió la Medalla de Oro del Congreso de EEUU, mantuvo un perfil bajo. Rechazó entrevistas y eventos públicos y se fue a vivir a una granja, lo que le hizo ganarse una fama de huraño, aunque quienes lo conocieron hablan de él como una persona muy humilde, que no quiso afiliarse a ningún partido político pese al interés de varios.

Tras un leve ataque cardiaco sufrido en 1991 mientras esquiaba, el corazón le falló en 2012, con 82 años. Se había sometido a un baipás vascular y surgieron complicaciones en los días posteriores, falleciendo el 25 de agosto. Barack Obama ordenó que las banderas ondearan a media asta el día de su funeral y sus cenizas se lanzaron al océano Atlántico desde un barco de la Armada.

¿Una frase preparada?

La frase que Neil Armstrong pronunció cuando pisó el suelo lunar es sin duda una de las más icónicas de la historia: “Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”. En la rueda de prensa posterior, aseguró que pensó esas palabras él solo y que no las llevaba preparadas antes del despegue, sino que escogió la frase justo antes de salir del módulo lunar, porque no tenía sentido ir con nada pensado cuando había muchas posibilidades de tener que abortar el alunizaje. 


En 2012, su hermano Dean afirmó que Neil le había enseñado una nota con un esbozo de esa frase antes del viaje, pero un año después el historiador Andrew Chaikin lo rebatió, asegurando que cuando entrevistó a Neil en 1988 para su libro ‘A man on the Moon’ le aseguró que la pensó de forma espontánea durante la misión. Se calcula que esa frase la pudieron escuchar en directo 530 millones de personas, porque la retransmisión de la emisora de radio Voz de América fue emitida también por la BBC y por cadenas de todo el mundo.


El papel vital de España en el alunizaje

España jugó un papel muy destacado en el aterrizaje en la Luna en 1969. Tanto es así que las primeras personas que escucharon las palabras de Neil Armstrong tras pisar suelo lunar lo hicieron desde Madrid; antes incluso que Houston. ¿Por qué fue así? Porque cuando se inició la exploración espacial, se apreció la necesidad de contar con tres estaciones con antenas de 26 metros de altura que estuvieran separadas alrededor de 120 grados en longitud. Existía una en Estados Unidos (California) y otra en Australia, con lo que la tercera debía localizarse en Italia, sur de Francia, norte de Marruecos o España.


Marruecos se descartó rápidamente, Francia era muy cara y en Italia reinaba la inestabilidad, así que se escogió a España, que tenía un cambio peseta-dólar favorable. Y se eligió el municipio de Robledo, en la sierra madrileña, protegido por varias montañas y alejado de cualquier interferencia radioeléctrica. Allí se construyó la gran antena en 1965 y esa fue la estación elegida por la NASA para recibir las primeras fotografías de Marte ese mismo año.


No muy lejos de Robledo se construyó la estación de Fresnedillas, específicamente para el Programa Apolo. Así, mientras Robledo se hizo cargo del control de la nave Columbia (módulo de mando), Fresnedillas se encargó de la Eagle (módulo lunar), cuando ambas se separaron buscando el primer alunizaje.


En el momento clave, la base española era la única que tenía visibilidad. La comunicación entre los astronautas y el centro de control de Houston se interrumpía debido a la rotación de la Tierra, con lo que todo lo que se recibía y se enviaba desde Houston al Apolo pasaba por Robledo. Según relataron en National Geographic, el ingeniero José Manuel Grande se encargaba de mantener las comunicaciones entre Robledo y Fresnedillas, desde donde Carlos González controlaba los receptores y transmisores que comunicaban directamente con la nave. “Dado el retardo de las comunicaciones entre Madrid y Houston, nosotros tuvimos el privilegio de oír a Armstrong antes que nadie, antes que el propio Houston”, recordaba González en una misión que salió a la perfección.