La tercera generación que afianza el legado vitivinícola de la familia Cañas
Una historia familiar que sostiene hoy tres bodegas y una misma filosofía: cuidar la viña para preservar un legado
Pocas familias han influido tanto en el paisaje vitivinícola de Rioja Alavesa como la familia Cañas. Y, sin embargo, su historia no es lineal. Hay proyectos que nacen de una intuición y otros que brotan de una ausencia. En la familia Cañas, ambas cosas se mezclan. Su trayectoria hunde sus raíces en la memoria, en la búsqueda y en una forma singular de mirar la tierra. Esa mirada explica por qué, décadas después, el apellido se expande hacia otros paisajes sin perder su identidad.
El origen de una mirada
No se puede entender el compromiso de Bodegas Luis Cañas sin una figura clave en su historia: Ángeles, la madre de Juan Luis Cañas. Al fallecer en 1995, su hijo quiso celebrar su figura poniendo su nombre a uno de los vinos de Bodegas Luis Cañas, Amaren (“de la madre”). Y, sin pretenderlo, o tal vez sí, marcó una dirección: mirar hacia atrás para avanzar.
Amaren: tradición y viña vieja
Años después, en 2016, aquella intuición se transformó en una bodega propia,Bodegas Amaren. Asentada en Samaniego y rodeada de 65 hectáreas de viñedo que van de los 35 a los 110 años de edad, se trabaja con una minuciosidad que solo se entiende desde la cercanía a la tierra.
En ese terruño, la viña hace honor a la tradición vitivinícola de la región ofreciendo bajas producciones. Para cuidarla y potenciar la expresión de la uva, la viña se cuida a mano: desde la poda y la vendimia hasta la tracción animal en determinadas parcelas, siempre con un seguimiento minucioso de cada cepa.
Camino hacia Ribera del Duero
Esa manera de trabajar no se quedó en Rioja Alavesa. Unos años antes, el mismo espíritu inquieto había llevado a la familia Cañas a recorrer la Ribera del Duero en busca de viñedos que compartieran algo más que una denominación. Convencidos de que para crear un gran vino se necesita una gran tierra, no buscaban cantidad, sino carácter. Viñas antiguas, algunas centenarias, capaces de ofrecer racimos escasos pero llenos de personalidad.
Cuando Juan Luis encontró esos viñedos en La Aguilera, entendió que allí podía nacer otro proyecto sin traicionar el ADN familiar. Así surgió Dominio de Cair en 2008; es una bodega moderna, sí, pero diseñada para lo esencial, para que cada uva llegara en las mejores condiciones y pudiera expresar su origen sin artificios.
Misma filosofía
Lo interesante es que, aunque los territorios difieran, los fundamentos coinciden.
En Amaren, el hormigón recuperado —aquellos depósitos pequeños, restaurados y estabilizados— permite fermentaciones más delicadas y una extracción respetuosa.
En Dominio de Cair, el rigor se expresa en la selección; una vendimia en cajas pequeñas, paso por cámaras frigoríficas, doble mesa donde primero se eligen los racimos y luego cada uva.
Son dos geografías, pero una misma idea: la calidad no se improvisa; se construye desde la viña y se afina en la bodega.
Reconocimiento internacional
Esa forma de trabajar ha encontrado eco fuera de casa. No es casual que dos vinos de Cair figuren entre los Wines of the Year de Tim Atkin, ambos con 96 puntos, ni que Amaren se sitúe en la élite del último informe de James Suckling.
Atkin resume al describir Cruz del Pendón (Dominio de Cair) como un “ribera moderno, elegante y profundo”, mientras que Suckling valora en Amaren la mineralidad, la tensión y la energía que se obtienen cuando se trabaja con suelos pobres y viñas antiguas. Estos reconocimientos demuestran que un trabajo pegado a la tierra puede situarse en la élite sin renunciar a su escala.
Las valoraciones internacionales son el resultado tangible de la dirección técnica de Jon Cañas, la tercera generación ya, que ha contribuido a consolidar este camino; con una forma de trabajar que recupera técnicas tradicionales al tiempo que dialoga con exigencias contemporáneas.
Su labor consiste en mantener viva la tradición –la selección rigurosa, el respeto por la viña vieja, la apuesta por una viticultura racional que cuide el entorno– y, al mismo tiempo, introducir matices actuales: una lectura contemporánea del viñedo, y el equilibrio entre innovación y coherencia.
Legado de la familia Cañas
El trabajo conjunto de la familia Cañas en Amaren y Cair demuestra que la tradición es una referencia fundamental como punto de partida, donde la innovación no consiste en romperlo todo, sino en recuperar lo que funciona y ponerlo al servicio del territorio. Y que la apuesta por Álava no se entiende solo desde sus fronteras, sino desde la capacidad de proyectar una manera de trabajar más allá de ellas sin diluir lo esencial.