Robin Williams marcó para siempre a toda una generación a la que ya le habían colgado el cartel de Generación Perdida. Y lo hizo con la película El Club de los Poetas Muertos que, desde el primer momento, supuso para aquellos jóvenes mucho más que un film.
Aquel grupo de alumnos subidos a las mesas declamando “Oh capitán, mi capitán!” y aquel profesor interpretado por el inolvidable actor fueron los encargados de grabar a fuego las palabras Carpe diem mucho antes de que las frases motivadoras lo invadieran todo.
A partir de ese momento se hizo realidad lo que muchos ya sabían: Robin Williams se llevó de calle el título de actor más querido y el que más hizo reír y emocionar al público. Lo que nadie imaginaba es el terrible final que le esperaba con tan solo 63 años (hace diez).
La triste historia de su penosa infancia le llevó a convivir con las peores adicciones y padecimientos. La tristeza o la nostalgia que imprimía incluso a sus papeles más disparatados era probablemente un reflejo de la depresión con la que luchó por muchos años.
“Creo que las personas más tristes siempre se esfuerzan por hacer felices a los demás porque saben lo que es sentirse absolutamente inútiles y no quieren que nadie más se sienta así”, lanzó como un dardo en una de sus entrevistas.
Es literalmente imposible repasar sus mejores películas, ya que para cada una de las personas que lean este reportaje habrá un personaje diferente de Robin Williams que recuerde con especial cariño.
Difícil elegir entre algunas de sus comedias como fueron Mrs. Doubtfire, Jumanji, Hook, Aladdín, Las aventuras del barón Munchausen, The Birdcage, Night at the Museum, o Happy Feet.
Pero igual de complicado es quedarse con algunos de sus papeles en películas dramáticas como Patch Adams, Good Morning, Vietnam, El indomable Will Hunting, Dead Poets Society, Despertares, El Rey Pescador, One Hour Photo o Un ruso en Nueva York.
Finalmente no era Parkinson
Su repentina muerte en agosto del año 2014 conmocionó al mundo entero y dejó a Hollywood sin uno de sus integrantes más queridos y respetados. La tristeza fue en aumento cuando se supo que había sido él mismo quien había decidido quitarse la vida.
En un primer momento se apuntó a que podría haber sido provocado por una depresión o un trastorno bipolar, pero fue su tercera mujer quien quiso dejar clara la causa real que le llevó a tomar esa dolorosa decisión.
Desde hacía meses el actor no sabía qué le ocurría a su cuerpo: sufría temblores en las manos e incluso pérdidas de memoria, provocándole que en su último rodaje no recordase muchas de sus frases.
Tanto él como su mujer pensaron que estaba sufriendo párkinson, pero el diagnóstico no fue claro en esos momentos.
No fue hasta meses después cuando la autopsia desveló que en realidad lo que sufría era una extraña enfermedad incurable llamada Demencia con cuerpos de Lewy.
Esta dolencia fue la culpable de todos sus problemas en el final de su vida, pero por desgracia su diagnóstico no llegó a tiempo y el actor no pudo soportar la complicada situación que vivió.
Fue su esposa Susan Schneider quien lo encontró ya sin vida en su dormitorio. La escena de la muerte se describió por la propia Policía como desgarradora.
Los investigadores encontraron sábanas arrugadas, zapatillas negras, un iPad, antidepresivos, una navaja ensangrentada y confirmó que el actor había sido encontrado medio suspendido en el aire con un cinturón enganchado a la parte superior de un armario de su vivienda.
Un niño solitario
Nacido en Chicago el 21 de julio de 1951, Robin McLaurin Williams no tuvo una infancia típicamente feliz. Tataranieto del gobernador y senador de Mississippi, su madre, Laurie McLaurin, era una ex modelo, y su padre, Robert Fitzgerald Williams, un ejecutivo de Ford Motor Company de Indiana.
Pero resultó que sus padres tenían tiempo para todo… menos para él. Robin era un niño solitario y fue criado por niñeras y miembros del personal de su casa. Llegó a declarar: “Mi infancia fue solitaria. Mis padres estaban mucho tiempo fuera, trabajando, y la criada básicamente me crió.
Y creo que de ahí viene gran parte de mi comedia. La criada no solo era muy divertida e ingeniosa, sino que cuando mi madre llegaba a casa, usaba el humor para tratar de llamar su atención. Si hiciera reír a mamá, tal vez todo estaría bien. Creo que ahí es donde empezó todo”.
Cocaína, alcohol… y videojuegos
A finales de los 70, cuando ya estaba haciendo sus pinitos en el mundo de la interpretación, empezó su adicción a la cocaína. No sería la única sustancia que aparecería en su vida para hacérsela un poco más complicada. Entre ellas el alcohol, los antidepresivos e incluso los videojuegos.
En aquellos alegres años 70 Robin era un asiduo de las fiestas del emblemático Studio 54 de Nueva York, donde compartió noches de alcohol con Andy Warhol y se corrió un sinfín de juergas con el también actor John Belushi, que falleció en 1982, a los 33 años, de una sobredosis de heroína.
Williams declaró que “la muerte de mi amigo y el nacimiento de mi primer hijo fueron los motivos principales por los que dejé el alcohol y la cocaína”.
Pero lo que no confirmó es que aquella afirmación no era del todo cierta, ya que su adicción al polvo blanco le persiguió durante bastantes años. “La cocaína es la manera que tiene Dios de decirte que estás ganando demasiado dinero”, llegó a declarar en alguna ocasión con sorna.
Ante todo… la amistad
Pero, si algo caracterizó a Robin Williams, fue su inalterable lealtad a sus amigos, entre los que se contaban la mayoría de sus compañeros de reparto. El indomable Will Hunting (1997) le proporcionó su único Oscar, que fue como actor de reparto en su papel de psiquiatra.
Sin embargo, para él su mejor premio por aquel film fue su amistad con su compañero Matt Damon. De hecho, Williams improvisaba durante el rodaje parte de los diálogos, solo con el objetivo de ver reír a Damon casi hasta llorar.
Para el intérprete, la amistad siempre fue uno de sus valores más sagrados. Una de las anécdotas más bonitas y que más veces ha sido contada tiene que ver con su íntimo amigo Christopher Reeve.
El inolvidable Superman quedó tetrapléjico en 1995 tras caerse de un caballo, y Williams llegó al hospital disfrazado de un médico ruso que quería practicar una colonoscopia a Reeve. Esa fue la primera vez que Christopher se rio tras su accidente.
Por si no quedara clara su lealtad a los suyos, Robin se hizo cargo de todos los costes del tratamiento que el seguro no cubría. Años después, en 2006, falleció Dana, la esposa de Reeve, y Williams se hizo cargo de Will, el hijo de la pareja, que era menor de edad.
Un Oscar y cinco Globos de Oro
No solo ganó un Oscar, también cinco Globos de Oro (Good Morning Vietnam, El Rey Pescador, Mrs. Doubtfire, el Premio a la Trayectoria Profesional y Mork & Mindy), a lo que sumó su aventura musical gracias a la cual llegó a grabar varios álbumes.
A principios de julio de 2014, el actor ingresó en un centro de rehabilitación como medida de precaución, ya que en los últimos ocho años no había probado ninguna droga pero se encontraba sumido en una fuerte depresión, contra la que luchó pero no pudo vencer y que el 11 de agosto de ese mismo año le llevó a quitarse la vida.
El primer matrimonio que Robin Williams contrajo fue con Valerie Velardi en 1978, con quien tuvo un hijo, Zachary Pym (Zak) en 1983. Se divorciaron en 1988 y al año siguiente se casó con Marsha Garces, niñera de su hijo, con quien tuvo dos hijos, Zelda Rae en 1989, y Cody Alan en1991. El 22 de octubre de 2011, Williams se casó con su tercera mujer, Susan Schneider.