Doce peldaños hacia el subsuelo de la plaza de Los Fueros llevan este domingo a una pasión deportiva que también lo es un tanto oculta en este territorio: el bolo alavés. Una variante bastante más difícil que la americana, teniendo en cuenta que la bola en este caso debe de ir sobre un tablón de madera sin caer al suelo, y desconocida, que durante esta jornada disputa, como antesala de los actos de las fiestas de La Blanca, el 60º Campeonato de Santiago.
Desde las diez de la mañana lo hace en la categoría masculina y por la tarde, lo hará en las de juvenil y femenina.
LLENA EN POCO TIEMPO
“Pues sí que se ha llenado en poco tiempo”, se sorprendía al llegar a esta bolera de Los Fueros, Florea Luna, presidente de la Federación alavesa de bolos y vicepresidente del Club Araba de bolo alavés.
“Es el único deporte autóctono que tenemos aquí”, presume este hombre, cuyo curioso nombre procede del octavo mes del calendario republicano francés, aunque en este mundillo todos le conocen como ‘Kuko’.
Y las peculiaridades de esta variante no son pocas. “Pone los pies en esta pala. Luego, tiene que dar un paso con el pie izquierdo –aclaraba señalando a uno de los participantes mientras entrenaba– y la bola en la tabla, que mide entre 18 y 20 metros, y hay cuatro bolos, en función de la posición: cantón, medio, carraca y guarda, mientras que los bolos americanos, ya ves como son: en una pista grande, con 15 bolos...”.
PARTICIPANTES
Hasta las tres de la tarde, calcula que se prolongará el campeonato masculino.
“El año pasado tiraron 111 por la mañana. Y por la tarde, 14 juveniles y unas 60 mujeres. Este año todavía no se sabe hasta que empiece. De 10.00 a 10.30 horas, tenemos que entregar una tarjeta, la de federación, y con ella te inscribes”, aclaraba poco antes de que empezara este torneo, el primero de los tres que acogerán Los Fueros, y a los que seguirán el de Exhibición de Fiestas (del 5 al 8 de agosto y el día 9, la final) y el Campeonato de Campeones (22 de noviembre).
POR PAREJAS
Juan Antonio y Raúl Rocha fue la primera pareja en romper el hielo. “Tiran dos tandas, de tres bolas cada uno, para hacerlo más rápido, y luego la otra pareja, y al final, el que más bolos haya tirado es el que gana”, instruía Luna.
Entre el público, poca gente joven se veía. Si bien, por la tarde sí que se esperaba más savia fresca, teniendo en cuenta que las diez de la mañana de un domingo no se presta mucho a ello, y que por la tarde será el turno de la categoría juvenil.
ADOLESCENTES
En cualquier caso, no cabe duda de que “el bolo alavés busca relevo generacional”, reivindica.
Muestra de ello es el Club Araba, integrado por 650 socios, respecto a los 950 que componen la federación, de los cuales, 50 son adolescentes.
Una de esas raras avis que no perdía detalle de este antiguo deporte, que tiene sus primeros registros en los siglos XV y XVI, era Oier Eguiluz, de Alegría-Dulantzi, campeón de Euskadi de Juvenil, y que pondrá a prueba su habilidad esta tarde.
Pero, por la mañana, este chico que en diciembre cumple 15 años, no perdía ojo de lo que hacía su aita, Santiago, del que ha heredado su afición. “Aunque soy de Alegría-Dulantzi, tiro en Mendoza, de donde es mi padre”, matizaba.
Empezó hace solo dos años y, de momento, no le está yendo nada mal. “Antes de la tirada oficial, voy a entrenar un día. Y cada semana le dedicó un día a entrenar”, respondía a la pregunta de cuál es su secreto.
Sus amigos sí que conocen lo que es el bolo alavés, pero no es que se pavoneen en exceso de tener a un campeón en su cuadrilla.
“Les da un poco igual, porque ellos son más de fútbol”, añadía.
EN FAMILIA
Carmen Artola también estaba en primera fila. Y muy bien respaldada por su marido Eustiquio y por dos de sus cuatro hijos, todos ellos esperando para tirar. Incluyendo ella, que también lo hará por la tarde.
En el caso de esta navarra, de 86 años, que lleva la friolera de 60 años afincada en Abetxuko, empezó a jugar hará unos 40 con su amiga Rosario, ya fallecida.
En 2019, con 80 años, se llevó el gato al agua, al ganar el Campeonato de Campeones.
“Mis bolas iban despacio y parece que se salían. Estaba todo muy igualado y los hombres esperando a ver cuándo acabábamos. Cuando tiré la segunda, el bolo pegó a otro y fue cuando me dijeron que no tirara más, que había ganado. Los aplausos que me llevé no se me olvidan”.